sábado, 4 de julio de 2009

Soberanía del Consumidor


"Creo que hace falta realizar una distinción para reencauzar la discusión. Cuando hablamos de la soberanía del consumidor no estamos haciendo referencia a una impresión o intuición que tuvieron un grupo de personas que observaban lo que ocurría en el mercado. La idea de soberanía del consumidor es el resultado de todo un trabajo teórico que permitió comprender que los precios surgen de las valoraciones subjetivas que las personas le asignan a los bienes, y que las personas se prestan al intercambio de manera voluntaria por considerarlo mutuamente beneficioso. Descartemos desde el vamos la noción de que los empresarios abusan de los consumidores a los que sirven. El intercambio sólo se puede producir si ambas partes consideran que se beneficiarán del mismo.

Si de impresiones se tratara sería muy difícil comprender la determinación de los precios en el mercado. Piensen por un momento la situación a la que se enfrentan millones de personas todos los días cuando van al supermercado a hacer sus compras. Uno se para frente a la góndola y ya tiene debajo del producto el precio de venta asignado por la empresa. Pareciera ser que el precio lo determinan las empresas y que los consumidores no son más que autómatas que se ven obligados a conformarse con lo que se les ofrece. Hoy sabemos que no es así. Cada vez que decidimos consumir o abstenernos de consumir un determinado bien estamos enviándo señales a las empresas para que ellas juzguen si es conveniente seguir produciendo o no.

Nadie dijo que las empresas tienen que anticipar perfectamente lo que el consumidor va a querer. Ahí radica justamente el rol fundamental del emprendedor. Piensen en ese consumidor por un momento. Es una persona cuyos gustos y preferencias cambian constantemente a medida que el tiempo transcurre, peor aún, es alguien que a veces no sabe lo que quiere! Cuan complicado es para las empresas saber si lo que va a ofrecer en el mercado será valorado o no por ese volátil ser, cuyas valoraciones difícilmente podemos anticipar.

Lo que importa es que los bienes tienen valor porque la gente los considera valiosos, vaya uno a saber por qué. Si una empresa ofrece un bien que no es valorado por el consumidor, éste no lo va a comprar. Creer lo contrario es un acto de fé, salvo que la psicología o las neurociencias descubran que nuestras elecciones son un reflejo condicionado a una serie de estímulos que provocan los empresarios.

Galbraith creía que la soberanía del consumidor se pierde cuando las empresas están en posición de inducir al consumidor a adquirir sus productos por medio de la publicidad. La realidad es que poco podemos saber desde la economía sobre la manera en que las personas elaboran sus juicios y valoraciones. Aún así, en los casos en que consumimos un bien inducidos por la publicidad lo hacemos justamente porque dicho producto adquiere un nuevo valor para nosotros.
Igulamente, si de influencias se trata, ¿acaso gran parte de lo que consideramos necesario no viene determinado por el ambiente y la cultura en la que vivimos? Con ese criterio podríamos decir que dejamos de ser libres desde el momento en que nacemos ya que todo nuestro ser esta culturalmente determinado. A mi, por lo menos, me gusta sentir que tengo alguna injerencia sobre mi vida."

Patricio Lagger, 01 de Julio de 2009