miércoles, 30 de septiembre de 2009

Hayek versus los expertos en desarrollo

por William Easterly

Fuente: Cato.org

William Easterly es profesor de economía en New York University y co-director del Instituto para Investigaciones de Desarrollo de la misma universidad. Easterly es autor de The White Man’s Burden: Why the West’s Effort to Aid the Rest Have Done So Much Ill and So Little Good (2006). Este es el discurso que Easterly dio al recibir el Premio Hayek del Manhattan Institute el 23 de octubre de 2008. También puede leer este documento en formato PDF aquí.

Introducción

Esta noche nos encontramos en un momento similar a aquel en que Hayek escribió El camino de servidumbre en 1944. En ese entonces, como ahora, un gran colapso financiero fue visto como el fracaso de la libertad. En realidad, las cosas eran incluso peores en ese entonces para el punto de vista de Hayek. Luego de la Gran Depresión, muchos señalaron el aparente éxito de la industrialización planificada centralmente en la Unión Soviética en superar en rendimiento a los mercados. Como Hayek escribió en 1944, la democracia casi no existía aparte de unas pocas sociedades que hablaban inglés. Aún en EE.UU., las personas indicaban el aparente éxito de la planificación estatal, impuesta desde arriba, para la producción de armas en tiempos de guerra. Bajo estas circunstancias, Hayek sabía que sería caricaturizado como un ideólogo de derecha, aunque sus ideas no encajaban en el rancio debate partidario acerca de los mercados versus el Estado. Él argumentó que el mejor sistema a largo plazo dependía de la creatividad de los individuos ubicados en la base de la pirámide productiva, quienes gozaban tanto de libertad política como económica. De la manera que describiré abajo, Hayek consideró que el Estado y el mercado funcionan mejor cuando son el resultado de desarrollo espontáneo de abajo hacia arriba, con nadie a cargo.

Se requirió de coraje para criticar al control desde arriba hacia abajo luego de las calamidades tenebrosas de la Gran Depresión: aún así la visión de Hayek sería reivindicada por los eventos subsecuentes. ¿Cuántos de nosotros mostraremos un coraje intelectual similar en medio del colapso financiero de hoy?

Los expertos en desarrollo

Hayek no habló de esto en ese momento, pero sus advertencias acerca del avance de la planificación de arriba hacia abajo tal vez fueron más relevantes en el llamado Tercer Mundo. Desafortunadamente el campo de estudio llamado economía de desarrollo nació en el momento en que más se dudó de la libertad individual. Como resultado, los economistas concibieron al desarrollo desde el principio—y aún hoy lo conciben así a un extremo que da susto—como un proceso de arriba hacia abajo conducido por expertos en desarrollo que operan con un cheque en blanco.

Los expertos en desarrollo “de arriba hacia abajo” demostrarían estar equivocados una y otra vez. Aún así la concepción del desarrollo como un proceso de arriba hacia abajo comprobaría ser resistente al fracaso, por razones que también intentaré describir.

En sus principios la idea predominante era la del Gran Empuje. En las décadas de los cuarenta y cincuenta se pensaba que las naciones del Tercer Mundo estaban “atrapadas en la pobreza” ya que ésta generaba un círculo vicioso de excesivo crecimiento de la población, mala salud, analfabetismo, pésima infraestructura y pocos ahorros. La respuesta, de acuerdo a economistas de desarrollo tales como Sir Arthur Lewis, era una inyección gigante de ayuda externa—el “gran empuje”—para pagar inversiones en todas estas áreas de una vez por todas. Se pensó que algunos países eran más difíciles de desarrollar que otros. A principios de la década de los sesenta, el Banco Mundial ridiculizó a un país que carecía de recursos diciendo que era poco probable que este lograra siquiera un éxito modesto en exportar. Al mismo tiempo, el experto en desarrollo Gunnar Myrdal también advirtió acerca de otro país, diciendo que el crecimiento de la población era un “problema explosivo”. El nombre del primer país es Corea del Sur. El segundo es Singapur. Y no es que los expertos en desarrollo siempre fueron pesimistas: El Banco Mundial dijo en 1958 de otra nación que su “potencial se compara favorablemente con aquellos de otros países en el sureste de Asia”. Ese país es Myanmar.

Al igual que con las predicciones acerca de los países, el desempeño de los expertos en desarrollo no mejoró con las predicciones generales. Sir Arthur Lewis y otros tenían un modelo muy particular de cómo la ayuda externa aumenta el crecimiento que nos permite ser precisos acerca de cuánto crecimiento ellos esperaban por una determinada cantidad de ayuda externa. Para un cuarto de los países que han recibido la mayor cantidad de ayuda a lo largo de los últimos cuarenta y cinco años, la predicción era que su ingreso per cápita aumentaría desde alrededor de $500 por persona en 1960 a más de $5.000 por persona hoy. Este aumento de más de 1.000% fue más que superado por unos pocos países que recibieron poca ayuda con niveles de pobreza similares a otros que recibieron ayuda considerable. Tal fue el caso de Corea del Sur, la cual aprovechó las oportunidades en el mercado creadas por el boom global en el comercio internacional luego de la Segunda Guerra Mundial. Ahí quedó la idea de que estas naciones estaban “atrapadas en la pobreza”. Mientras tanto, los países que recibieron mucha ayuda externa no llegaron a los $5.000 por persona; su ingreso hoy todavía es de $500. Hasta ahí llegó la idea del Gran Empuje. Cuando las predicciones de una teoría fracasan, la teoría queda descartada. Qué tragedia que ideas así de fracasadas condenaron a tanta gente a continuar en la pobreza.

¿Es posible el desarrollo planeado?

Hayek no escribió mucho acerca de desarrollo, pero su defensa de los mercados y la crítica a la planificación central fueron muy relevantes para estos debates. En un artículo clásico de 1945, Hayek indicó que ningún planificador central desde arriba podía de alguna manera tener suficiente información para asignar los recursos y provocar el funcionamiento de las fábricas. Un sistema descentralizado, con flujo de información de abajo hacia arriba, permitía que cada individuo utilice su conocimiento de cientos de diminutos factores locales y problemas imprevistos de tal forma que haga que su proyecto funcione y que sus acciones sean coordinadas con otros a través de los precios del mercado—que señalan a todos cuáles productos son abundantes y cuáles escasos.

Lo que Hayek correctamente llamó una “maravilla” era un sistema de abajo hacia arriba que nadie tiene que dirigir o siquiera comprender para que funcione. Como Hayek dijo en 1945: “aquellos que claman por una dirección ‘consciente’. . . no pueden creer que cualquier cosa que haya evolucionado sin diseño (e incluso sin nuestro entendimiento) debería resolver problemas que no deberíamos ser capaces de resolver conscientemente”.

Hubo economistas de desarrollo que entendieron en ese entonces la importancia de la libertad individual en el desarrollo, tales como el economista sudafricano Herbert Frankel y el economista inglés-húngaro P.T. Bauer. Desafortunadamente, hay más recompensas para las malas ideas en la economía del desarrollo que para las buenas. Arthur Lewis y Gunnar Myrdal ambos ganaron un Premio Nóbel. P.T. Bauer fue descalificado como un herético, y el pobre Herbert Frankel fue ignorado y luego olvidado por completo. Yo vengo a hablar aquí ante ustedes orgullosamente aspirando a ser el Herbert Frankel de esta generación.

Esto no es una manera de decir que los economistas de desarrollo no eran capaces de cambiar con los sucesos. En la década de los ochenta, las ideas de libre mercado finalmente empezaron a ganar aceptación entre algunos economistas de desarrollo debido al fracaso de la ayuda externa y al éxito de los tigres asiáticos. Aún así, paradójicamente, estos mismos economistas de desarrollo no renunciaron a su técnica de planificar desde arriba hacia abajo. Solamente recitar las palabras “mercados libres” no lo absuelve a uno de ser un planificador. Como la cita de Hayek acaba de señalar, los mercados evolucionan de abajo hacia arriba sin ningún diseño consciente. Con poco conocimiento de las medidas, la política, o las instituciones locales los burócratas del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial impusieron sus propios diseños de transición hacia un mercado libre en África, Latinoamérica y el Medio Oriente en la década de los ochenta y la de los noventa.

Estos intentos se volvieron aún más absurdos con la caída del Muro de Berlín y la imposición de la “terapia de shock” sobre Europa Oriental y la antigua Unión Soviética, en un intento de gran envergadura por parte de los mismos burócratas de convertir en un solo golpe a una economía comunista en una capitalista. Jeffrey Sachs fue el padre intelectual de la terapia del shock. De nuevo, los críticos estuvieron en la minoría. Peter Murrell de la Universidad de Maryland y John McMillan de Stanford indicaron los sorprendentes vacíos de los terapeutas del shock. Como lo resumió McMillan, “si hubiésemos podido planear las reformas, entonces hubiésemos podido planificar la economía”.

En los ochenta y noventa, el crecimiento en el PIB per cápita fue de cero en África, Latinoamérica y el Medio Oriente, y las repúblicas de la antigua Unión Soviética experimentaron una de las peores depresiones en la historia económica. La reacción luego de tal fracaso de estas mal llamadas “reformas de libre mercado”, impuestas por extranjeros, fortalecieron a figuras xenófobas y anti-libertad como Hugo Chávez de Venezuela, Evo Morales de Bolivia, Robert Mugabe de Zimbabwe y Vladimir Putin de Rusia.

Pero una vez más, estar en lo correcto conseguía poca recompensa: Murrell y McMillan fueron ignorados, mientras que Jeffrey Sachs se convirtió en un célebre economista a pesar del fracaso de la terapia del shock. Jeffrey Sachs consiguió aún más fama por su método de planificación desde arriba hacia abajo cuando redescubrió las ideas fracasadas hace más de 50 años acerca de las naciones atrapadas en la pobreza y el Gran Empuje de ayuda externa en el nuevo milenio. Estas ideas atrajeron a muchos, mientras que la libertad individual volvió a pasar de moda en el desarrollo; Sachs hasta se ganó el apoyo de estrellas de cine. Sachs citaba el apoyo de Hayek a sus ideas, pero desafortunadamente su apoyo no venía de Friedrich Hayek sino de Salma Hayek.

El orden espontáneo y la mente humana

¿Cómo es que el método de arriba hacia abajo todavía domina la economía del desarrollo a pesar de cincuenta años de predicciones fracasadas por parte de los expertos en desarrollo? Hay muchas razones, pero una que yo creo que es particularmente interesante es que nuestros cerebros están hechos para creer en la planificación desde arriba hacia abajo. El filósofo Daniel Denett argumenta que la evolución humana favoreció esa manera “intencional” de pensar. En cuanto a evolución, ver el comportamiento intencional de todos los animales era beneficioso. Cuando veías a un león moverse, podías apartarte si entendías que este pretendía comerte. Cuando veías a un grupo de cavernícolas de la cueva de al lado acercándose a ti con antorchas y bates, podías defenderte más efectivamente si veías a este grupo con una agenda específica, tal como matar a tus hombres y robar tus mujeres. Los cavernícolas que vieron acción intencional en todas partes sobrevivieron. Los que no, murieron.

Así que ahora tal vez podemos entender las aseveraciones de aquellos que le atribuyen el mal a los procesos espontáneos, tales como los manifestantes anti-globalización que dijeron en 2002 que los líderes corporativos se reúnen en “encuentros de alto nivel” para “delinear el camino de la globalización en nombre de las ganancias privadas”. Donde hay desigualdad en las economías de mercado, la gente cree que alguien pretendió empobrecer a las personas más pobres. Donde hay emprendedores que actúan de manera espontánea y de esa manera crean trabajos y al mismo tiempo destruyen otros, los recientemente desempleados muchas veces creen que alguien conspiró para quitarles su trabajo. Con nuestro antepasado cavernícola, es difícil entender que ninguna persona pretende los buenos o los malos resultados. Otro Premio Nóbel, Kenneth Arrow (alguien que, a diferencia de Hayek, no es visto como un ideólogo de derecha), dijo: “La noción de que a través del funcionamiento de un sistema entero los efectos podrían ser muy diferentes y hasta opuestos a las intenciones es seguramente la contribución intelectual más importante que el pensamiento económico ha hecho al entendimiento general de los procesos sociales”.

La idea que el orden espontáneo no está diseñado o pretendido por alguien se ha vuelto mucho más comprensible en nuestros días de lo que era en los tiempos de Hayek. Ahora nos damos cuenta de que cosas tan diversas como el Internet, el lenguaje, la evolución biológica, las redes sociales, e incluso los peatones caminando en una acera sin tocarse son órdenes espontáneos, con nadie a cargo. Ver el absurdo de la planificación central en estas situaciones ilustra cuán espontáneos estos son: ¿Qué tan bien crees que funcionaría tener un planificador central que nos asigne a nuestros amigos y parejas? ¿Qué tan bien crees que funcionaría que el Departamento de Caminar de Manhattan nos de a cada uno, cada mañana, nuestros caminos precisos dentro de la acera para que no nos golpeemos? Pero cuando persiste la manera de pensar de los cavernícolas de ver a los resultados como pretendidos por alguien, incluso los órdenes de abajo hacia arriba y espontáneos tales como los mercados, siempre se favorecerá la acción de arriba hacia abajo e intencional por parte de expertos que tratan de mejorar los resultados.

Hayek intentó contrarrestar este sesgo indicando qué tanta incertidumbre radical hay en la vida económica, la cual no es posible de procesar por un economista viendo las cosas desde arriba. Por ende, se necesita búsquedas descentralizadas e independientes de todo tipo de éxito por parte de individuos altamente informados y motivados. Él lo puede decir mejor que yo:

La interacción de individuos, que poseen diferente conocimiento y diferentes puntos de vista, es lo que constituye la vida del pensamiento. El crecimiento de la razón es un proceso social basado en la existencia de tales diferencias . . . [S]us resultados no pueden ser previstos . . . . [N]o podemos saber qué opiniones asistirán en este crecimiento y cuáles no.

Y

La libertad es esencial para dar lugar a lo imprevisible e impredecible; la queremos porque hemos aprendido a esperar de ella la oportunidad de realizar muchos de nuestros objetivos . . . . Confiamos en los esfuerzos independientes y competitivos de muchos para inducir la existencia de lo que querremos cuando lo veamos.


La manera en que países fueron exitosos en desarrollarse es a menudo encontrando un gran éxito en los mercados de exportación. Es imposible predecir cuál será el gran éxito. Por eso se necesitan los “esfuerzos independientes y competitivos de muchos” a los cuales Hayek se refería. ¿Quién hubiera previsto que las flores de Kenya capturarían 40 por ciento del mercado europeo que provee a aquellos hombres románticos que llevan flores a casa para sus esposas? Podría decirse lo mismo de los trajes de algodón para mujeres fabricados en Fiji (42 por ciento del mercado estadounidense), de los muelles flotantes hechos en Nigeria (84 por ciento del mercado noruego), de los circuitos electrónicos integrados de las Filipinas (71 por ciento del mercado mundial), o de los jets regionales hechos en Brasil (Embraer ahora tiene 22 por ciento del mercado mundial). El éxito más importante en las exportaciones de Egipto, representando 30% del total de sus exportaciones, son cerámicas de baño, de las cuales 93 por ciento van a Italia. ¿Puede usted imaginarse a un experto en desarrollo diciéndole a los egipcios, “¡El secreto es exportar inodoros a Italia!”?

El desarrollo es impredecible

¡Hayek correctamente predijo que el desarrollo sería impredecible! Esto podría sonar contradictorio, pero esta es una hipótesis genuinamente observable, como la predicción de la teoría de mercados eficientes de que nadie puede, año tras año, predecir la bolsa. Las tasas de crecimiento económico satisfacen la hipótesis anteriormente mencionada, no solamente las anécdotas mencionadas antes, pero también en investigaciones realizadas por mí y por otros que han descubierto que el crecimiento económico rápido rara vez persiste. China e India son los que crecen rápido ahora pero eran los que crecían lento en la década de los sesenta y la de los setenta; Brasil y Costa de Marfil crecían rápido en esa época pero han tenido crecimiento bajo desde 1980. El análisis estadístico sugiere que el crecimiento económico rápido en el corto plazo está determinado principalmente por factores transitorios que no pueden ser previstos. Incluso un mercado completamente libre tendrá intervalos variables de alto crecimiento durante períodos en los que los empresarios tienen mucho éxito y de bajo crecimiento cuando hay escasez de éxitos.

De esta manera la diferencia entre los sistemas exitosos de abajo hacia arriba que protegen la libertad individual y los sistemas que restringen la libertad no puede observarse de manera clara en las tasas de crecimiento a lo largo de períodos limitados, o incluso en períodos de hasta una década. Esta dificultad es explotada por los críticos de la libertad, quienes fácilmente pueden citar un ejemplo de un país no libre con crecimiento rápido (China es el actual favorito). De hecho, las tasas de crecimiento son tan volátiles que los expertos pueden comprobar casi cualquier teoría de desarrollo económico con un ejemplo de un país con crecimiento económico alto que también posee una política económica del agrado del experto. Estos argumentos son el equivalente intelectual de un apostador en Las Vegas que le atribuye su racha de buena suerte a las medias que tenía puestas en ese momento, y luego seguirá usando sus cada vez más apestosas medias en un intento fútil de reproducir esa suerte.

La diferencia entre los sistemas libres y no libres aparece en comparaciones a largo plazo, como en el nivel de ingreso per cápita. El hecho relevante acerca del desempeño de China a largo plazo es que su ingreso per cápita todavía está en la posición 122 en el mundo, detrás de Albania, Ecuador, Gabón, Jamaica, y Surinam, y es un décimo de lo que es el de Estados Unidos. Los niveles de ingreso per cápita están fuertemente correlacionados con las medidas de libertad económica y política, y las técnicas estadísticas sugieren que esta correlación es causal: la libertad causa la prosperidad. Corea del Norte ha tenido periodos de alto crecimiento, pero sería difícil descartar el argumento a favor de la libertad por la gran diferencia que existe hoy en ingreso per cápita, salud y nutrición entre los libres coreanos del sur y los esclavizados coreanos del norte.

La libertad individual

El último intento que nosotros los expertos en desarrollo necesitamos para encontrar empleo es que aceptemos que la libertad individual es el mejor sistema, y también decir que se necesitan expertos en desarrollo para diseñar las reglas que permiten la libertad individual. Es cierto que la libertad necesita de las reglas gubernamentales que protejan la propiedad privada, hagan respetar los contratos, prevengan el fraude y el robo, y muchas otras normas de buen comportamiento que hacen posible el trato entre individuos. Pero eso no significa que los expertos necesitan diseñar las reglas gubernamentales desde arriba hacia abajo. El último y posiblemente el más importante descubrimiento de Hayek fue que las reglas gubernamentales en un libre mercado no son diseñadas, evolucionan de abajo hacia arriba. Como lo dijo Hayek: “El valor de la libertad consiste principalmente en la oportunidad para el crecimiento de aquello que no ha sido diseñado, y el funcionamiento beneficioso de una sociedad libre depende en gran parte de la existencia de instituciones creadas libremente”.

¿Cómo crecen las instituciones libremente? Aquí pienso que los economistas han descubierto más cosas desde el tiempo en que Hayek escribió, aunque todavía tenemos mucho que aprender. Ahora tenemos la “teoría de juegos”, la cual puede describir un resultado en el cual cada uno de nosotros está de acuerdo con respetar los derechos de propiedad y contratos de todos los demás. Cualquiera que hace trampa o roba puede ser castigado con el ostracismo social, el cual carga la penalidad adicional de exclusión de contratos lucrativos en el futuro con otras personas. La norma social se estabilizará alrededor del respeto a la libertad individual que trata a los individuos tanto como merecedores de los frutos de su propio esfuerzo así como también responsables de cualquier costo que ellos impongan sobre el resto de nosotros. Desafortunadamente, también hay otro equilibrio. Si la trampa y el robo empiezan a ser aceptados ampliamente como algo normal, y cada individuo espera vivir de todos los demás, entonces tal sociedad puede quedarse estancada en un resultado de desconfianza y puede que no sea capaz de alcanzar la norma de la libertad. De hecho, las diferencias internacionales como respuesta a la pregunta de la Encuesta Mundial de Valores de que si los individuos debieran responsabilizarse por sí mismos (lo más cercano que este cuestionario llegó a la libertad individual) son pistas excelentes para saber qué sociedades de hecho tienen un libre mercado e instituciones democráticas. Por supuesto, se necesita un gobierno que pase leyes para hacer respetar las reglas, pero los buenos gobiernos simplemente formalizan las normas sociales que vienen de abajo y que respetan la libertad, la cual en gran parte causa el respeto a las reglas.

¿Qué explica las diferentes normas sociales en diferentes países? Aquí, francamente, ni Hayek ni los investigadores de hoy han llegado a una respuesta completamente satisfactoria. Probablemente, accidentes históricos importan: Un estudio reciente encuentra más desconfianza en regiones de África donde individuos fueron traicionados y vendidos como esclavos durante los siglos cuando existía ese mercado. Pero Hayek también sugirió que las reglas y normas están en sí sujetas al proceso evolutivo de supervivencia de los más aptos (tal vez el proceso es más lento de lo que quisiéramos). ¡Los individuos en sociedades pobres sin libertad que ven la conexión entre la libertad y la prosperidad van a querer libertad!

Ahora, un rol claro para los expertos en desarrollo: Pueden intentar acelerar el proceso evolutivo convenciendo a los individuos alrededor del mundo de cómo un sistema de abajo hacia arriba funciona a largo plazo cuando la gente valora la libertad individual.

Estos beneficios no son abstractos: Como una porción de las naciones con libertad económica y/o política ha tenido una tendencia constante hacia arriba desde 1970, la tasa global de pobreza se ha reducido por dos tercios. Para el ciudadano de Kenya empleado en exportar flores a Europa y para el egipcio empleado en la exportación de inodoros a Italia, el libre comercio no es una abstracción.

Tenemos ejemplos similares de cómo escapar de la pobreza en nuestra propia historia. En 1927, un bebé llamado Nathan nació en el Tercer Mundo de Estados Unidos, Virginia del Oeste. Su padre, un inspector de tala de madera mal pagado, murió de tuberculosis cuando el niño tenía dos años. Su madre, llamada Dora, se quedó a cargo de dos niños en Virginia del Oeste durante los peores momentos de la Gran Depresión. Si alguna vez hubo un círculo vicioso de la pobreza, este era uno. Pero Dora trabajó tan duro que fue capaz de mandar a Nathan a la Universidad de Virginia del Oeste (WVU, por su nombre en inglés). Nathan también continuó trabajando duro en varios trabajos hasta que pudo financiar su retorno a WVU para obtener un doctorado en biología. Se fue de Virginia del Oeste debido a una exitosa carrera como profesor de biología, para darles a sus hijos un estilo de vida de clase media. Yo debería saberlo porque yo fui uno de esos niños; Nathan es mi padre. Yo dedico este premio Hayek esta noche a mi padre, como agradecimiento por haber hecho realidad el sueño americano para nuestra familia.

Con tantos ejemplos inspiradores, les debemos a los pobres en todas partes del mundo la defensa de los valores de la libertad individual, los cuales le ofrecen al mundo la última y mejor esperanza de acabar con la pobreza.

Yo cerraré parafraseando a mi político favorito de EE.UU. que amaba la libertad, Abraham Lincoln:

Somos, nosotros, los vivos, los que debemos dedicarnos aquí a la tarea inconclusa que, aquellos que vinieron antes que nosotros, avanzaron tan noblemente. Somos los vivos los que debemos dedicarnos aquí a la gran tarea que aún permanece ante nosotros—que resolvamos aquí, firmemente, que este mundo tendrá un nuevo nacimiento de libertad—y que el desarrollo del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparecerá de la Tierra.

jueves, 24 de septiembre de 2009

Calidad versus cantidad de dinero

Adrián Ravier para www.libertaddigital.com
"En un sistema de banca libre, donde se elimina el banco central y el curso forzoso, los bancos necesariamente acomodan su expansión crediticia a la demanda."

En mí último artículo señalé que hay cierto consenso entre los economistas de las distintas escuelas de pensamiento macroeconómico sobre la necesidad de evitar la contracción secundaria mediante la expansión de la base monetaria. Dicho en pocas palabras, el rol activo y anti-cíclico del keynesianismo, el anti-deflacionismo monetarista, la lectura del free banking de los austríacos Hayek-White-Selgin-Horwitz-Garrison-Rizzo-O'Driscoll de oponerse a la "contracción secundaria" y ahora la "prudencia política" del profesor Huerta de Soto, todos se oponen a que la Reserva Federal abandone completamente la política monetaria, y en su lugar, afirman que –de distintas maneras– el banco central debe "hacer algo". El objetivo de la columna fue simplemente rechazar el mito de que todos los austríacos están de acuerdo que el ajuste sea por precios, renunciando a la política monetaria.

Mi colega austríaco Juan Ramón Rallo contestó a mis comentarios con una columna muy interesante, en donde se adhiere al consenso y en el que rescato un punto central: "no importa tanto la cantidad, sino la calidad de dinero".

Rallo es uno de los principales representantes de la teoría cualitativa del dinero, desarrollada originalmente por Antal Fekete a través de los escritos de Adam Smith y Carl Menger. En pocas palabras, en este enfoque "el gran problema de la crisis global actual es que los bancos recibieron depósitos a corto, pero prestaron a largo plazo."

Hay dos cuestiones que quisiera señalar al respecto: la primera, relativa a la cantidad de dinero; la segunda, en relación con la calidad de la política monetaria de Bernanke.

La primera cuestión es que Rallo desarrolla una crítica sobre la teoría cuantitativa del dinero que no comparto. Y es que esta teoría, si bien con problemas propios de su agregacionismo, nos enseña una verdad fundamental sobre "el nivel general de precios". Es cierto que no nos dice nada sobre lo que ocurre con los precios relativos –con todas las implicancias que ello tiene y que han sido ampliamente demostradas por la Escuela Austríaca ha demostrado–, pero sí explica los determinantes del agregado de los precios. Así, lo que no explica no invalida lo que dice.

La cantidad de dinero importa, y eso es precisamente lo que Friedman intentó demostrar; algo que, de hecho, ha tenido muy buenos resultados en materia de política económica. Detener el fuerte proceso inflacionario chileno en los años 80 es un mérito que debemos reconocerle al espíritu de la regla de Friedman. Y es que una regla monetaria que limite la expansión entre un 3% y un 5% no será óptima, distorsionará los precios relativos, generará cierta mala-inversión, pero no generará desequilibrios importantes como para dar lugar a la actual crisis global.

En otro lugar he desarrollado una crítica a esta regla monetaria y he llegado a la conclusión de que el problema no son las consecuencias que surgirán de su cumplimiento, sino las consecuencias de su incumplimiento. No hay razones para esperar que un banco central sea independiente del gobierno y se sujete a dicha regla.

La segunda cuestión se refiere a que en una teoría "cualitativa" del dinero podemos abrir otros dos aspectos: por un lado, el plazo al que se reciben y se otorgan depósitos y préstamos; y, por otro, a quién se le presta el dinero.

La responsabilidad de los plazos, punto ampliamente enfatizado por Rallo, entiendo que debe recaer sobre la esfera de los bancos comerciales, y que debe ser completamente irrelevante para la política económica. Dicho en otras palabras, ni el gobierno, ni el banco central debieran ocuparse de regular este aspecto. De hacerlo, estaremos atacando la libertad bancaria.

Y es que además no es necesario. En un sistema de banca libre, donde se elimina el banco central y el curso forzoso, los bancos necesariamente acomodan su expansión crediticia a la demanda. Si se exceden, empiezan a perder reservas, y si no corrigen su actitud rápidamente, la pérdida de confianza los hará salir del mercado dejando su lugar a otros bancos emisores con mejor manejo de la oferta de billetes. Como bien señala Nicolás Cachanosky, este es el efecto descrito por la llamada Ley de Gresham: en un mercado libre la moneda fuerte desplaza a la débil.

En este sentido, el factor central es el que señala Lawrence White: los pánicos bancarios. Los potenciales pánicos permiten a los depositantes controlar el riesgo que los bancos comerciales asumen. Dicho control impide que los bancos tomen riesgos innecesarios, esto es, los disciplina.

Así, si interpretamos el encaje de plazos entre depósitos y préstamos como una regla de prudencia que los bancos comerciales deben seguir, es de esperar que los incentivos a aplicarla sean mayores bajo un sistema de banca libre.

Respecto del segundo punto, sobre "a quién" se le presta el dinero, encuentro sintonía entre "cualitativistas" y los defensores de la banca libre.

Rallo argumenta que mi énfasis estuvo en la cantidad de dinero, cuando debí advertir que "el problema real no está ahí, sino en que ha aumentado demasiado porque se ha prestado a sectores a los que nunca se debería haber prestado". Pero este punto sí que lo advertido. De hecho, pienso que el problema de la acción discrecional de la Fed fue tanto "cuantitativo" como "cualitativo", y no logro comprender por qué deberíamos ignorar la relevancia de uno de estos motivos.

En el plano cualitativo, la Fed expandió la base monetaria comprando deuda privada de alto riesgo, en lugar de comprar deuda del gobierno y ahora tiene una cartera de activos cuyo valor y liquidez desconoce y que le será difícil revender en cuanto comience a aumentar la velocidad de circulación del dinero.

¿Podemos afirmar entonces que respaldo –con matices– la política de Bernanke? Pienso que no. ¿Podemos afirmar que la crítica de White a Bernanke es sólo por la "cantidad" de dinero? Tampoco. De hecho, ante esta crisis Lawrence White ha sido uno de los pocos economistas que estudió minuciosamente el balance de la Fed para sintetizar en un artículo la enorme discrecionalidad con la que Bernanke está actuando.

En conclusión, es sumamente relevante señalar que el dinero que hay que crear para atender la mayor demanda no tiene por objeto salvar a ningún banco, sino estabilizar el ingreso nominal (M x V). La Fed no hizo esto. En su lugar, sin intervención del Congreso, desarrolló una política monetaria selectiva, destinada a prestar a sectores muy específicos.

Adrián Ravier es economista de la Fundación Friedrich A. von Hayek y escribe regularmente en su bitácora.

martes, 8 de septiembre de 2009

Alan Greenspan: El oro y la libertad económica. Introducción de Ron Paul

Introducción de Ron paul (22/02/05)
Hace ya más de 40 años, el presidente de la Reserva Federal Alan Greenspan escribió persuasivamete a favor del oro como patrón monetario en un ensayo titulado El oro y la libertad económica. En él resumió con claridad el problema fundamental que existe con las monedas fiduciarias en unas pocas frases:
“El abandono del patrón oro hizo posible que los políticos defensores del estado del bienestar usaran del sistema bancario como un medio para poder expandir el crédito de forma ilimitada… En ausencia del patrón oro no hay forma de proteger los ahorros de la confiscación que supone la iflación. No hay un depósito seguro del valor. El déficit del gasto es simplemente un esquema que permite la confiscación oculta de la riqueza. El oro evita que se desarrolle este malvado proceso porque permanece como un protector de los derechos de propiedad. Si uno se da cuenta de este hecho no tendrá ninguna dificltad en entender el tradicional antagonismo que tienen los políticios contra el patrón oro.”
Hoy en día, no obstante, Alan Greensapan ha pasado a ser uno de los planificadores centrales que él mismo denunció en su artículo, y su punto de vista sobre la moneda fiduciaria ha cambiado en consonancia con el cargo que ostenta. Como último insider, él no puede o no quiere desafiar al status quo, sin importarle cuáles sean las consecuencias para la economía americana. Si ahora mismo renunciara a un sistema de moneda fiduciaria, este hecho sería equivalente a renunciar a la misma Reserva Federal y junto con ello a toda su carrera pública. La única cuestión es si la historia reflejará adecuadamente la naturaleza destructiva del cargo que ocupa el Sr. Greenspan.
Tuve la oportunidad de preguntarle sobre su cambio de corazón cuando aparecio ante el comité de la House Financial Services la semana pasada. El Sr. Greenspan es un maestro de la evasión, pero en esta ocasión quedé sorprendido por la respuesta tan franca a mis preguntas. En pocas palabras, afirmó que en el pasado se había equivocado sobre sus predicciones sobre el desastre que suponía el dólar fiduciario americano, y que la Reserva Federal había hecho un buen trabajo a la hora de imitar el patrón oro, por eso se podía decir que la inflación estaba bajo control. Además hizo la disparatada afirmación de que la Fed no facilitaba la expansión del gasto y el déficit del gobierno. En otras palabras, repudió completamente los argumentos que había hecho 40 años antes. Pero esto hace pertinente la siguiete pregunta: ¿si se había equivocado en el pasado, por qué entonces debíamos escucharle ahora?
En primer lugar, la Reserva Federal no imita el patrón oro bajo ningún concepto. El ejemplo más claro de esto se encuentra en nuestro défcit por cuenta corriente que es estimulado precisamente por nuestro sistema de moneda fiduciaria. Bajo el patrón oro no tendríamos distorsiones entre los tipos de interés del yuan chino y el dólar americano, por ejemplo. La estabilidad monetaria es imposible cuando pueden generarse tantos dólares fiduciarios como se desee para poder pagar a los prestamistas foráneos que financian nuestros déficits.
En segundo lugar, la inflación es un problema mucho mayor de lo que admite el gobierno federal. La salud pública, los inmuebles y la energía son tres sectores donde los costes han subido dramáticamente. El índice de precios de producción está creciendo a la mayor velocidad de los últimos 7 años. Los precios de los bonos están subiendo. En consecuencia, es un absurdo sugerir que una rápida expansión del suministro de dinero y unos tipos de interés mantenidos artificialmente bajos no crean inflación de precios.
En tercer lugar, las políticas de la Fed tienen en efecto adversas ramificaciones políticas. La moneda fiduciaria y un gobierno con gran tamaño son dos cosas que van de la mano. Sin el patrón oro el Congreso tiene libertad absoluta para expandir el gasto sin freno y reincidir una y otra vez en la expansión monetaria para poder pagar las facturas. Políticamente hablando, es más fácil imprimir nuevos dólares que subir los impuestos o pedir prestado en el extranjero. En esencia, la Reserva Federal crea reservas de papel que permiten al Congreso emprender nuevas medidas de gasto que exceden de lejos los ingresos vía impuestos. Los dolorosos efectos de este proceso no son percibidos por los políticos, pues siempre pueden encontrar apoyo popular para acometer nuevos gastos. El americano medio sufre, no obstante, cuando sus dólares quedan “confiscados mediante la inflación”, tal y como Greenspan comenta en su artículo.
No basta con cuestionar la libertad del Sr. Greenspan. Los americanos deben hacerse la pregunta de por qué tenemos un banco central y a qué intereses sirve. Las leyes de la oferta y la demanda funcionan mucho mejor sin un banco central determinando tanto el correcto suministro de dinero en la economía como los tipo de interés que se deberá pagar por el capital disponible. Y esto sin entrar en el favoritismo político y el secretismo que caracterizan a los bancos centrales. Los americanos no deben tolerar la manipulación de nuestra economía y la inflación de nuestra moneda por una institución que nunca se somete a auditorías.
El Dr. Ron Paul es miembro republicano del Congreso por Texas.
Artículo de Alan Greenspan
El antagonismo casi histérico hacia el patrón oro es un asunto que aglutina a estadistas de todo signo político. Parecen intuir (quizá con más claridad y sutileza que muchos de los defensores del laissez-faire) que el oro y la libertad económica son inseparables, que el patrón oro es un instrumento de laissez-faire y que uno implica necesariamente al otro.
Para poder comprender la fuente de este antagonismo es necesario primero entender el papel específico que desempeña el oro en una sociedad libre.
El dinero es el común denominador de todas las transacciones económicas. Es esa materia prima que sirve como medio de intercambio, porque es universalmente aceptable por todos los participantes en la economía como pago de sus bienes y servicios y puede, en consecuencia, ser empleada como un estándard de valor en el mercado y como un depósito de valor para, por ejemplo, emplearlo como medio de ahorro.
La existencia de semejante materia prima es una condición previa para una economía basada en la división del trabajo. Si el hombre no tuviera alguna materia prima de valor objetivo que fuera generalmente aceptable como dinero, entonces debería volver al trueque o vivir de forma autosuficiente en una sociedad agraria y renunciar a los inestimables avances de la especialización. Si el hombre no tuviera medio alguno para almacenar el valor (es decir, ahorrar), entonces no podría planificar a largo plazo y el intercambio no sería posible.
No se determina de forma arbitraria qué medio de intercambio es universalmente aceptado en una economía. En primer lugar, el medio de intercambio debe ser duradero. En una economía primitiva con escasa riqueza, el trigo puede ser sufucientemente duradero para servir como medio de pago, pues todos los intercambios ocurren sólo inmediatemante después de las cosechas, no quedando ningún excedente de valor para almacenar. Pero cuando las consideraciones sobre el almacenamiento del valor son importantes, como suele suceder en las sociedades más civilizadas y con mayor riqueza, el medio de intercambio debe ser una materia prima duradera, normalmente un metal. Los metales son elegidos habitualmente por ser homogeneos y divisibles: todas las unidades son iguales y pueden además ser fundidas en piezas con diferentes formas y volúmenes. Las joyas, por ejemplo, no son homogeneas ni divisibles. Aún más importante, las materias primas elegidas como medio deben ser artículos de lujo. El deseo del hombre por el lujo es ilimitado y por ese motivo los artículos de lujo son siempre demandados y aceptados. El trigo es un artículo de lujo en una sociedad desnutrida, pero no en una sociedad próspera. Los cigarros no se suelen unsar como dinero, pero en la época posterior a la GM-II fueron considerados como bienes de lujo en Europa y en consecuencia como dinero. El término “artículo de lujo” implica escasez y un elevado valor por unidad. Así que con un elevado valor unitario la acumulación de riqueza se hace fácilmente transportable. Por ejemplo, una onza de oro vale lo mismo que media tonelada de hierro.
En los primeros estadios de la economía desarrollada mediante dinero, se usaron muchos medios de intercambio, pues hay una multitud de materias primas que cumplen las condiciones antes mancionadas. No obstante, una de las materias primas irá desplazando al resto, ganando aceptación cada vez por más gente. Las preferencias sobre el modo de atesorar la riqueza hacen que una de ellas destaque sobre el resto, lo que a su vez la hace cada vez más aceptable. Este desplazamiento se realiza de forma progresiva, hasta que finalmente una única materia prima termina apareciendo como único medio de intercambio. Esta simplificación es muy útil por el mismo motivo que una economía monetaria es superior a otra de trueque: hace posible el intercambio en una escala mucho más amplia.
Es algo opcional que el único medio sea el oro, la plata, las conchas marinas, el ganado o el tabaco. Depende en el fondo del contexto social y del desarrollo de cada economía. De hecho, todos ellos han sido desarrollados en diferentes momentos como medio de intercambio. Aún en el presente siglo, las dos principales materias primas (el oro y la plata), han sido empleadas como medio de intercambio, aunque ciertamente el oro ha sido la más predominante. Este metal precioso ha sido desarrollado indistintamente con un uso artístico y con otro monetario. Esto, junto con su escasez relativa, le ha concedido ventajas significativas como medio de intercambio. Desde la GM-I ha sido virtualmente el único estándar internacional de intercambio. No obstante, si todos los bienes y servicios tuvieran que ser pagados en oro, los grandes pagos serían difíciles de ejecutar, algo que iba a limitar la extensión de la división del trabajo y la especialización de la sociedad. De este modo, una prolongación lógica de la creación de un medio de intercambio es el desarrollo del sistema bancario y de los instrumentos de crédito (los apuntes bancarios y los depósitos), que actúan como sustitutos del oro y además son convertibles al metal.
Un sistema bancario libre basado en el oro es capaz de extender el crédito y en consecuencia crear billetes de banco (moneda) y depósitos según los requerimientos productivos de la economía. Los propietarios individuales del oro son inducidos, mediante el pago de intereses, a depositar su oro en un banco (contra el que pueden escribir cheques). Una vez se populariza este sistema, como es raro el caso en el que todos los depositantes quieren retirar su oro al mismo tiempo, el banquero pasa a necesitar sólo una fracción de la cantidad de oro que le confían. Esto permite que el banquero pueda prestar más oro del que tiene en sus depósitos (lo que significa que sólo va a mantener como garantía de sus depósitos las posibles demandas vez de su totalidad). Pero la cantidad de préstamos que puede facilitar no es arbitraria: debe medirlos en relación con sus reservas y el estado de sus inversiones.
Cuando los bancos prestan dinero para financiar esfuerzos productivos y provechosos, el préstamo es rápidamente devuelto y el crédito bancario continúa estando generalmente disponible. Pero cuando los proyectos empresariales financiados son menos provechosos y devueltos más lentamente, los banqueros se encuentran pronto con que los préstamos pendientes son excesivos con respecto a sus reservas de oro, de forma que comienzan a recortar los nuevos préstamos, normalmente cobreando más altos tipos de interés. Esto restringe la financiación de nuevos proyectos empresariales y requiere que los que ya han pedido sus préstamos mejoren su rentabilidad antes de que puedan obtener nuevos créditos para mayores expansiones. De esta forma, bajo el patrón oro, un sistema bancario libre permanece como el protector de la estabilidad económica y del crecimiento equilibrado.
Cuando es aceptado el oro como medio de intercambio por la mayoría de las naciones, un patrón oro internacional sin restricciones sirve para fomentar una división internacional del trabajo y un comercio mundial más amplio. Aunque las unidades de intercambio (el dólar, la libra, el franco, etc.) difieren de un país a otro, cuando todas son definidas en términos de oro, todas las diferentes economías nacionales actuan como una sola, mientras no aparezcan restricciones sobre el comercio o sobre los movimientos de capital. El crédito, los tipos de interés y los precios tienden a seguir patrones semejantes en todos los países. Por ejemplo, si los bancos de un país extienden el crédito de una manera demasiado liberal, entonces los tipos de interés tienden a bajar y los depositantes se ven obligados a mover su oro hacia los países en que los bancos paguan tipos de interés más altos. Esto provoca inmediatamete una reducción paulatina de las reservas de los bancos en el país con “crédito fácil”, induciendo a largo plazo estándares de crédito más duros y el retorno a unos tipos de interés competitivamente más altos.
Todavía no se ha conseguido un sistema bancario libre totalmente coherente con un patrón oro, pero antes de la GM-I el sistema bancario en los EEUU (y prácticamente en todo el mundo) estaba basado en el oro. Y aunque los gobiernos intervenían ocasionalmente, el sistema bancario era más bien libre que controlado. Periódicamente, como resultado de una demasiado rápida expansión del crédito, los bancos prestaban por encima de sus reservas de oro, los tipos de interés subían bruscamente, se recortaba el nuevo crédito y entonces la economía se precipitaba en una profunda pero corta recesión. Aunque comparados con las depresiones de 1920 y 1932, los ciclos de recesión económica bajo el patrón oro fueron en efecto mucho más benignos. Era la limitación en las reservas de oro lo que detenía la desequilibrada expansión de la actividad económica, antes de que pudieran desarrollarse hasta alcanzar el tipo de desastre acontecido después dela GM-I. Los periodos de reajuste eran breves y las economías restablecían rápidamente una base sana para cotinuar con la expansión.
Pero fue mal diagnosticado tanto el proceso para encontrar el remedio como la cura: si la escasez de reservas bancarias estaba causando el declive del ciclo económico (argumentaban los economistas intervencionistas), ¡por qué no encontrar un modo de suministrar cada vez más reservas a los bancos de forma que nunca se quedaran cortos! Se alegaba que si los bancos podían prestar dinero indefinidamente entonces nunca se terminarían dando las bruscas caídas en los negocios. Pensando esto se organizó el Sistema de la Reserva Federal en 1913. Consistía en 12 bancos regionales de la Reserva Federal que eran nominalmente posesión de banqueron privados, pero patrocinados, controlados y sostenidos por el gobierno. La ampliación del crédito por estos bancos se encuentra en la práctica (aunque no legalmente) soportada por el poder del gobierno federal de gravar impuestos. Técnicamente, permanecemos bajo el patrón oro. Los individuos todavía tienen libertad para poseer oro y el oro todavía continúa siendo empleado como reserva bancaria. Pero ahora, además del oro, el crédito ampliado por los bancos de la Reserva Federal (”reservas de papel”) puede servir como moneda de curso legal para pagar depósitos.
Cuando las empresas americanas padecieron una suave contracción en 1927, la Reserva Fedral creó más reservas de papel con la esperanza de anticipar calquier escasez en las reservas de los bancos. Pero todavía más desastroso fue el intento de la Reserva Federal de asistir a Gran Bretaña cuando estaba perdiendo su oro en favor de EEUU, porque el Banco de Inglaterra no quería permitir que se incrementaran los tipos de interés cuando las fuerzas del mercado así lo estaban indicando (pues era políticamente desagradable). Los razonamientos de las autoridades involucradas fue el siguiente: si la Reserva Federal bombea suficientes reservas en exceso de papel a los bancos americanos, entonces el tipo de interés en EEUU caerá a los niveles del Reino Unido, deteniendo en consecuencia la huída del oro inglés y evitando a continuación el embarazo político de tener que subir los tipos de interés.
La Fed tuvo éxito y consiguió evitar la pérdida de oro británico, pero casí destruyó en el proceso al resto de las economías mundiales. El exceso de crédito que la Fed inyectó en la economía se desbordó hacia la bolsa (disparando una fantástica explosión especulativa). Con retraso, los directivos de la Reserva Federal intentaron parar el exceso de reservas y finalmente consiguieron detener el boom. Pero ya era muy tarde: en 1929 los desequilibrios especulativos se habían vuelto tan abrumadores que el intento precipitó una brusca contracción y la consiguiente desmoralización de la confianza empresarial. Como resultado, la economía americana colapso. Al Reino Unido todavía le fue peor, pues en vez de absorber todas las consecuencias de su locura anterior, se vio obligado a abandonar el patrón oro completamente en 1931, destrozando en pedazos lo que hastaese momento era la fábrica internacional de la confianza. A continuación este hecho motivó toda una serie de quiebras bancarias, hasta que finalmente las economías mundiales se hundieron en la Gran Depresión de los años 30.
Con una lógica reminiscencia de la generación anterior, los estadistas argumentaron que el patrón oro fue el principal culpable de la debacle del crédito que siguió a la Gran Depresión. Argumentaban que si el patrón oro no hubiera existido, el abandono por parte del Reino Unido de los pagos en oro de 1931 nunca habría provocado la quiebra bancaria generalizada a nivel mundial. La ironía era que desde 1913 estábamos inmersos no en un patrón oro, sino en lo que debería ser denominado como una especie de “patrón oro híbrido”, aunque fue el oro el que se llevó la culpa. Pero la oposición al patrón oro bajo cualquier forma (con un creciente número de defensores del estado del bienestar), fue impulsada por un discernimiento mucho más sutil: el entendimiento de que el oro era incompatible con un déficit crónico de gasto (el sello distintivo de los estados que defienden la asistencia social). Desnudado de su jerga acedémica, el estado del bienestar no es otra cosa mas que un mecanismo mediante el cual los gobiernos confiscan la riqueza de los miembros productivos de la sociedad para apoyar una gran variedad de esquemas asistenciales. Una parte sustancial de esta confiscación es efectuada mediante los impuestos. Pero los políticos defensores del estado del bienestar se dieron cuenta rápidamente de que si querían mantener su poder político, debía limitarse necesariamente la carga impositiva, recurriendo finalmente a los programas de masivo gasto deficitario. Es decir, se debía pedir prestado dinero mediante emisiones de deuda pública para poder financiar los gastos sociales a gran escala.
Bajo un patrón oro, la cantidad de crédito que una economía puede soportar está determinado por los activos tangibles de esa economía, pues todo instrumento de crédito es en última instancia una demanda sobre algún bien tangible. Pero los bonos no están respaldados por ninguna riqueza tangible, sino por la promesa del gobierno para desembolsar los futuros ingresos vía impuestos. Pero esto no es fácilmente asumible por los mercados. Un gran volumen de nuevos bonos del gobierno sólo puede ser vendido al público con unos intereses cada vez más elevados. Así que el patrón oro limita severamente el déficit del gasto del gobierno. El abandono del patrón oro es lo que posibilitó a los políticos del estado del bienestar usar el sistema bancario como medio para la ilimitada expansión del crédito. Crearon reservas de papel en la forma de bonos del gobierno que, mediante una serie de complicados pasos, los bancos terminaban aceptando en lugar de los activos tangibles. Estos bonos fueron tratados como si fueran un depósito. Es decir, el equivalente de lo que antes era un depósito de oro. El propietario de un bono del gobierno o de un depósito bancario creado por reservas de papel cree que tiene un reclamo válido sobre un activo real. Pero el hecho es que hay ahora más demandas que activos reales. La ley de la oferta y la demanda no está conectada. Según el suministro de dinero (de demandas) se va incrementando sobre el suministro de activos tangibles en la economía, los precios de estos activos deben subir en paralelo. De esta forma, las ganancias ahorradas por los miembros más productivos de la sociedad van perdiendo progresivamente su valor con respecto al resto de bienes. Cuando todos los libros contables son finalmente equlibrados en la sociedad, uno se termina encontrando con que esta pérdida en el valor representa justo a aquéllos bienes comprados por el gobierno para la asistencia social u otros propósitos, precisamente con el dinero que proviene de los bonos financiados por la expansión del crédito bancario.
En ausencia de un patrón oro, no hay forma de proteger los ahorros de la confiscación que proviene de la inflación. No hay un refugio seguro para el valor. Si lo hubiera, el gobierno podría hacer que fuera ilegal tenerlo, como ya lo hizo en el caso del oro. Si todo el mundo decidiera finalmente, por ejemplo, convertir todos sus depósitos bancarios en plata, cobre o cualquier otro bien y dejara de aceptar cheques como pago por sus bienes, los depósitos bancaros terminarían perdiendo su poder de compra y el crédito bancario creado por el gobierno terminaría sin valor para poder reclamar bienes a cambio. En los estados con políticas sociales, la política financiera requiere que los propietarios de riqueza no tengan forma de protegerla.
Este es el sórdido secreto que oculta las diatribas contra el oro de los políticos que defienden el estado del bienestar. El oro estorba en este insidioso proceso porque permanece como protector de los derechos de propiedad. Si uno comprende esto, entonces no debería tener ninguna dificultad para entender el antagonismo de los políticos contra el patrón oro

Extraído de: http://rssnews.wordpress.com/


Introducción de Ron Paul (22/02/05)

Hace ya más de 40 años, el presidente de la Reserva Federal Alan Greenspan escribió persuasivamete a favor del oro como patrón monetario en un ensayo titulado El oro y la libertad económica. En él resumió con claridad el problema fundamental que existe con las monedas fiduciarias en unas pocas frases:

“El abandono del patrón oro hizo posible que los políticos defensores del estado del bienestar usaran del sistema bancario como un medio para poder expandir el crédito de forma ilimitada… En ausencia del patrón oro no hay forma de proteger los ahorros de la confiscación que supone la inflación. No hay un depósito seguro del valor. El déficit del gasto es simplemente un esquema que permite la confiscación oculta de la riqueza. El oro evita que se desarrolle este malvado proceso porque permanece como un protector de los derechos de propiedad. Si uno se da cuenta de este hecho no tendrá ninguna dificultad en entender el tradicional antagonismo que tienen los políticios contra el patrón oro”.

Hoy en día, no obstante, Alan Greenspan ha pasado a ser uno de los planificadores centrales que él mismo denunció en su artículo, y su punto de vista sobre la moneda fiduciaria ha cambiado en consonancia con el cargo que ostenta. Como último insider, no puede o no quiere desafiar al status quo, sin importarle cuáles sean las consecuencias para la economía americana. Si ahora mismo renunciara a un sistema de moneda fiduciaria, este hecho sería equivalente a renunciar a la misma Reserva Federal y junto con ello a toda su carrera pública. La única cuestión es si la historia reflejará adecuadamente la naturaleza destructiva del cargo que ocupa el Sr. Greenspan.

Tuve la oportunidad de preguntarle sobre su cambio de corazón cuando aparecio ante el comité de la House Financial Services la semana pasada. El Sr. Greenspan es un maestro de la evasión, pero en esta ocasión quedé sorprendido por la respuesta tan franca a mis preguntas. En pocas palabras, afirmó que en el pasado se había equivocado sobre sus predicciones sobre el desastre que suponía el dólar fiduciario americano, y que la Reserva Federal había hecho un buen trabajo a la hora de imitar el patrón oro, por eso se podía decir que la inflación estaba bajo control. Además hizo la disparatada afirmación de que la Fed no facilitaba la expansión del gasto y el déficit del gobierno. En otras palabras, repudió completamente los argumentos que había hecho 40 años antes. Pero esto hace pertinente la siguiente pregunta: ¿si se había equivocado en el pasado, por qué entonces debíamos escucharle ahora?

En primer lugar, la Reserva Federal no imita el patrón oro bajo ningún concepto. El ejemplo más claro de esto se encuentra en nuestro défcit por cuenta corriente, que es estimulado precisamente por nuestro sistema de moneda fiduciaria. Bajo el patrón oro no tendríamos distorsiones entre los tipos de interés del yuan chino y el dólar americano, por ejemplo. La estabilidad monetaria es imposible cuando pueden generarse tantos dólares fiduciarios como se desee para poder pagar a los prestamistas foráneos que financian nuestros déficits.

En segundo lugar, la inflación es un problema mucho mayor de lo que admite el gobierno federal. La salud pública, los inmuebles y la energía son tres sectores donde los costes han subido dramáticamente. El índice de precios de producción está creciendo a la mayor velocidad de los últimos 7 años. Los precios de los bonos están subiendo. En consecuencia, es un absurdo sugerir que una rápida expansión del suministro de dinero y unos tipos de interés mantenidos artificialmente bajos no crean inflación de precios.

En tercer lugar, las políticas de la Fed tienen en efecto adversas ramificaciones políticas. La moneda fiduciaria y un gobierno con gran tamaño son dos cosas que van de la mano. Sin el patrón oro el Congreso tiene libertad absoluta para expandir el gasto sin freno y reincidir una y otra vez en la expansión monetaria para poder pagar las facturas. Políticamente hablando, es más fácil imprimir nuevos dólares que subir los impuestos o pedir prestado en el extranjero. En esencia, la Reserva Federal crea reservas de papel que permiten al Congreso emprender nuevas medidas de gasto que exceden de lejos los ingresos vía impuestos. Los dolorosos efectos de este proceso no son percibidos por los políticos, pues siempre pueden encontrar apoyo popular para acometer nuevos gastos. El americano medio sufre, no obstante, cuando sus dólares quedan “confiscados mediante la inflación”, tal y como Greenspan comenta en su artículo.

No basta con cuestionar la libertad del Sr. Greenspan. Los americanos deben hacerse la pregunta de por qué tenemos un banco central y a qué intereses sirve. Las leyes de la oferta y la demanda funcionan mucho mejor sin un banco central determinando tanto el correcto suministro de dinero en la economía como los tipo de interés que se deberá pagar por el capital disponible. Y esto sin entrar en el favoritismo político y el secretismo que caracterizan a los bancos centrales. Los americanos no deben tolerar la manipulación de nuestra economía y la inflación de nuestra moneda por una institución que nunca se somete a auditorías.

El Dr. Ron Paul es miembro republicano del Congreso por Texas.

The Greenspan-Paul Congressional Exchanges (1997-2005)

Artículo de Alan Greenspan

El antagonismo casi histérico hacia el patrón oro es un asunto que aglutina a estadistas de todo signo político. Parecen intuir (quizá con más claridad y sutileza que muchos de los defensores del laissez-faire) que el oro y la libertad económica son inseparables, que el patrón oro es un instrumento de laissez-faire y que uno implica necesariamente al otro.

Para poder comprender la fuente de este antagonismo es necesario primero entender el papel específico que desempeña el oro en una sociedad libre.

El dinero es el común denominador de todas las transacciones económicas. Es esa materia prima que sirve como medio de intercambio, porque es universalmente aceptable por todos los participantes en la economía como pago de sus bienes y servicios y puede, en consecuencia, ser empleada como un estándard de valor en el mercado y como un depósito de valor para, por ejemplo, emplearlo como medio de ahorro.

La existencia de semejante materia prima es una condición previa para una economía basada en la división del trabajo. Si el hombre no tuviera alguna materia prima de valor objetivo que fuera generalmente aceptable como dinero, entonces debería volver al trueque o vivir de forma autosuficiente en una sociedad agraria y renunciar a los inestimables avances de la especialización. Si el hombre no tuviera medio alguno para almacenar el valor (es decir, ahorrar), entonces no podría planificar a largo plazo y el intercambio no sería posible.

No se determina de forma arbitraria qué medio de intercambio es universalmente aceptado en una economía. En primer lugar, el medio de intercambio debe ser duradero. En una economía primitiva con escasa riqueza, el trigo puede ser sufucientemente duradero para servir como medio de pago, pues todos los intercambios ocurren sólo inmediatemante después de las cosechas, no quedando ningún excedente de valor para almacenar. Pero cuando las consideraciones sobre el almacenamiento del valor son importantes, como suele suceder en las sociedades más civilizadas y con mayor riqueza, el medio de intercambio debe ser una materia prima duradera, normalmente un metal. Los metales son elegidos habitualmente por ser homogeneos y divisibles: todas las unidades son iguales y pueden además ser fundidas en piezas con diferentes formas y volúmenes. Las joyas, por ejemplo, no son homogeneas ni divisibles. Aún más importante, las materias primas elegidas como medio deben ser artículos de lujo. El deseo del hombre por el lujo es ilimitado y por ese motivo los artículos de lujo son siempre demandados y aceptados. El trigo es un artículo de lujo en una sociedad desnutrida, pero no en una sociedad próspera. Los cigarros no se suelen usar como dinero, pero en la época posterior a la GM-II fueron considerados como bienes de lujo en Europa y en consecuencia como dinero. El término “artículo de lujo” implica escasez y un elevado valor por unidad. Así que con un elevado valor unitario la acumulación de riqueza se hace fácilmente transportable. Por ejemplo, una onza de oro vale lo mismo que media tonelada de hierro.

En los primeros estadios de la economía desarrollada mediante dinero, se usaron muchos medios de intercambio, pues hay una multitud de materias primas que cumplen las condiciones antes mencionadas. No obstante, una de las materias primas irá desplazando al resto, ganando aceptación cada vez por más gente. Las preferencias sobre el modo de atesorar la riqueza hacen que una de ellas destaque sobre el resto, lo que a su vez la hace cada vez más aceptable. Este desplazamiento se realiza de forma progresiva, hasta que finalmente una única materia prima termina apareciendo como único medio de intercambio. Esta simplificación es muy útil por el mismo motivo que una economía monetaria es superior a otra de trueque: hace posible el intercambio en una escala mucho más amplia.

Es algo opcional que el único medio sea el oro, la plata, las conchas marinas, el ganado o el tabaco. Depende en el fondo del contexto social y del desarrollo de cada economía. De hecho, todos ellos han sido desarrollados en diferentes momentos como medio de intercambio. Aún en el presente siglo, las dos principales materias primas (el oro y la plata) han sido empleadas como medio de intercambio, aunque ciertamente el oro ha sido la más predominante. Este metal precioso ha sido desarrollado indistintamente con un uso artístico y con otro monetario. Esto, junto con su escasez relativa, le ha concedido ventajas significativas como medio de intercambio. Desde la GM-I ha sido virtualmente el único estándar internacional de intercambio. No obstante, si todos los bienes y servicios tuvieran que ser pagados en oro, los grandes pagos serían difíciles de ejecutar, algo que iba a limitar la extensión de la división del trabajo y la especialización de la sociedad. De este modo, una prolongación lógica de la creación de un medio de intercambio es el desarrollo del sistema bancario y de los instrumentos de crédito (los apuntes bancarios y los depósitos), que actúan como sustitutos del oro y además son convertibles al metal.

Un sistema bancario libre basado en el oro es capaz de extender el crédito y en consecuencia crear billetes de banco (moneda) y depósitos según los requerimientos productivos de la economía. Los propietarios individuales del oro son inducidos, mediante el pago de intereses, a depositar su oro en un banco (contra el que pueden escribir cheques). Una vez se populariza este sistema, como es raro el caso en el que todos los depositantes quieren retirar su oro al mismo tiempo, el banquero pasa a necesitar sólo una fracción de la cantidad de oro que le confían. Esto permite que el banquero pueda prestar más oro del que tiene en sus depósitos (lo que significa que sólo va a mantener como garantía de sus depósitos las posibles demandas en vez de su totalidad). Pero la cantidad de préstamos que puede facilitar no es arbitraria: debe medirlos en relación con sus reservas y el estado de sus inversiones.

Cuando los bancos prestan dinero para financiar esfuerzos productivos y provechosos, el préstamo es rápidamente devuelto y el crédito bancario continúa estando generalmente disponible. Pero cuando los proyectos empresariales financiados son menos provechosos y devueltos más lentamente, los banqueros se encuentran pronto con que los préstamos pendientes son excesivos con respecto a sus reservas de oro, de forma que comienzan a recortar los nuevos préstamos, normalmente cobrando tipos de interés más altos. Esto restringe la financiación de nuevos proyectos empresariales y requiere que los que ya han pedido sus préstamos mejoren su rentabilidad antes de que puedan obtener nuevos créditos para mayores expansiones. De esta forma, bajo el patrón oro, un sistema bancario libre permanece como el protector de la estabilidad económica y del crecimiento equilibrado.

Cuando es aceptado el oro como medio de intercambio por la mayoría de las naciones, un patrón oro internacional sin restricciones sirve para fomentar una división internacional del trabajo y un comercio mundial más amplio. Aunque las unidades de intercambio (el dólar, la libra, el franco, etc.) difieren de un país a otro, cuando todas son definidas en términos de oro, todas las diferentes economías nacionales actuan como una sola, mientras no aparezcan restricciones sobre el comercio o sobre los movimientos de capital. El crédito, los tipos de interés y los precios tienden a seguir patrones semejantes en todos los países. Por ejemplo, si los bancos de un país extienden el crédito de una manera demasiado liberal, entonces los tipos de interés tienden a bajar y los depositantes se ven obligados a mover su oro hacia los países en que los bancos pagan tipos de interés más altos. Esto provoca inmediatamete una reducción paulatina de las reservas de los bancos en el país con “crédito fácil”, induciendo a largo plazo estándares de crédito más duros y el retorno a unos tipos de interés competitivamente más altos.

Todavía no se ha conseguido un sistema bancario libre totalmente coherente con un patrón oro, pero antes de la GM-I el sistema bancario en los EEUU (y prácticamente en todo el mundo) estaba basado en el oro. Y aunque los gobiernos intervenían ocasionalmente, el sistema bancario era más bien libre que controlado. Periódicamente, como resultado de una demasiado rápida expansión del crédito, los bancos prestaban por encima de sus reservas de oro, los tipos de interés subían bruscamente, se recortaba el nuevo crédito y entonces la economía se precipitaba en una profunda pero corta recesión. Aunque comparados con las depresiones de 1920 y 1932, los ciclos de recesión económica bajo el patrón oro fueron en efecto mucho más benignos. Era la limitación en las reservas de oro lo que detenía la desequilibrada expansión de la actividad económica, antes de que pudieran desarrollarse hasta alcanzar el tipo de desastre acontecido después dela GM-I. Los periodos de reajuste eran breves y las economías restablecían rápidamente una base sana para cotinuar con la expansión.

Pero fue mal diagnosticado tanto el proceso para encontrar el remedio como la cura: si la escasez de reservas bancarias estaba causando el declive del ciclo económico (argumentaban los economistas intervencionistas), ¡por qué no encontrar un modo de suministrar cada vez más reservas a los bancos de forma que nunca se quedaran cortos! Se alegaba que si los bancos podían prestar dinero indefinidamente entonces nunca se terminarían dando las bruscas caídas en los negocios. Pensando esto se organizó el Sistema de la Reserva Federal en 1913. Consistía en 12 bancos regionales de la Reserva Federal que eran nominalmente posesión de banqueron privados, pero patrocinados, controlados y sostenidos por el gobierno. La ampliación del crédito por estos bancos se encuentra en la práctica (aunque no legalmente) soportada por el poder del gobierno federal de gravar impuestos. Técnicamente, permanecemos bajo el patrón oro. Los individuos todavía tienen libertad para poseer oro y el oro todavía continúa siendo empleado como reserva bancaria. Pero ahora, además del oro, el crédito ampliado por los bancos de la Reserva Federal (”reservas de papel”) puede servir como moneda de curso legal para pagar depósitos.

Cuando las empresas americanas padecieron una suave contracción en 1927, la Reserva Fedral creó más reservas de papel con la esperanza de anticipar calquier escasez en las reservas de los bancos. Pero todavía más desastroso fue el intento de la Reserva Federal de asistir a Gran Bretaña cuando estaba perdiendo su oro en favor de EEUU, porque el Banco de Inglaterra no quería permitir que se incrementaran los tipos de interés cuando las fuerzas del mercado así lo estaban indicando (pues era políticamente desagradable). Los razonamientos de las autoridades involucradas fue el siguiente: si la Reserva Federal bombea suficientes reservas en exceso de papel a los bancos americanos, entonces el tipo de interés en EEUU caerá a los niveles del Reino Unido, deteniendo en consecuencia la huída del oro inglés y evitando a continuación el embarazo político de tener que subir los tipos de interés en el Reino Unido.

La Fed tuvo éxito y consiguió evitar la pérdida de oro por parte de los británicos, pero casí destruyó en el proceso al resto de las economías mundiales. El exceso de crédito que la Fed inyectó en la economía se desbordó hacia la bolsa (disparando una fantástica explosión especulativa). Con retraso, los directivos de la Reserva Federal intentaron parar el exceso de reservas y finalmente consiguieron detener el boom. Pero ya era muy tarde: en 1929 los desequilibrios especulativos se habían vuelto tan abrumadores que el intento precipitó una brusca contracción y la consiguiente desmoralización de la confianza empresarial. Como resultado, la economía americana colapso. Al Reino Unido todavía le fue peor, pues en vez de absorber todas las consecuencias de su locura anterior, se vio obligado a abandonar el patrón oro completamente en 1931, destrozando en pedazos lo que hasta ese momento era la fábrica internacional de la confianza. A continuación este hecho motivó toda una serie de quiebras bancarias, hasta que finalmente las economías mundiales se hundieron en la Gran Depresión de los años 30.

Con una lógica reminiscencia de la generación anterior, los estadistas argumentaron que el patrón oro fue el principal culpable de la debacle del crédito que siguió a la Gran Depresión. Argumentaban que si el patrón oro no hubiera existido, el abandono por parte del Reino Unido de los pagos en oro de 1931 nunca habría provocado la quiebra bancaria generalizada a nivel mundial. La ironía era que desde 1913 estábamos inmersos no en un patrón oro, sino en lo que debería ser denominado como una especie de “patrón oro híbrido”, aunque fue el oro el que se llevó la culpa. Pero la oposición al patrón oro bajo cualquier forma (con un creciente número de defensores del estado del bienestar), fue impulsada por un discernimiento mucho más sutil: el entendimiento de que el oro era incompatible con un déficit crónico de gasto (el sello distintivo de los estados que defienden la asistencia social). Desnudado de su jerga acedémica, el estado de bienestar no es mas que un mecanismo mediante el cual los gobiernos confiscan la riqueza de los miembros productivos de la sociedad para apoyar una gran variedad de esquemas asistenciales. Una parte sustancial de esta confiscación es efectuada mediante los impuestos. Pero los políticos defensores del estado del bienestar se dieron cuenta rápidamente de que si querían mantener su poder político, debía limitarse necesariamente la carga impositiva, recurriendo finalmente a los programas de masivo gasto deficitario. Es decir, se debía pedir prestado dinero mediante emisiones de deuda pública para poder financiar los gastos sociales a gran escala.

Bajo un patrón oro, la cantidad de crédito que una economía puede soportar está determinado por los activos tangibles de esa economía, pues todo instrumento de crédito es en última instancia una demanda sobre algún bien tangible. Pero los bonos no están respaldados por ninguna riqueza tangible, sino por la promesa del gobierno para desembolsar los futuros ingresos vía impuestos. Pero esto no es fácilmente asumible por los mercados. Un gran volumen de nuevos bonos del gobierno sólo puede ser vendido al público con unos intereses cada vez más elevados. Así que el patrón oro limita severamente el déficit del gasto del gobierno. El abandono del patrón oro es lo que posibilitó a los políticos del estado del bienestar usar el sistema bancario como medio para la ilimitada expansión del crédito. Crearon reservas de papel en la forma de bonos del gobierno que, mediante una serie de complicados pasos, los bancos terminaban aceptando en lugar de los activos tangibles. Estos bonos fueron tratados como si fueran un depósito. Es decir, el equivalente de lo que antes era un depósito de oro. El propietario de un bono del gobierno o de un depósito bancario creado por reservas de papel cree que tiene un reclamo válido sobre un activo real. Pero el hecho es que hay ahora más demandas que activos reales. La ley de la oferta y la demanda no está conectada. Según el suministro de dinero (de demandas) se va incrementando sobre el suministro de activos tangibles en la economía, los precios de estos activos deben subir en paralelo. De esta forma, las ganancias ahorradas por los miembros más productivos de la sociedad van perdiendo progresivamente su valor con respecto al resto de bienes. Cuando todos los libros contables son finalmente cuadrados en la sociedad, uno se termina encontrando con que esta pérdida en el valor representa justo a aquéllos bienes comprados por el gobierno para la asistencia social u otros propósitos, precisamente con el dinero que proviene de los bonos financiados por la expansión del crédito bancario.

En ausencia de un patrón oro, no hay forma de proteger los ahorros de la confiscación que proviene de la inflación. No hay un refugio seguro para el valor. Si lo hubiera, el gobierno podría hacer que fuera ilegal tenerlo, como ya lo hizo en el caso del oro. Si todo el mundo decidiera finalmente, por ejemplo, convertir todos sus depósitos bancarios en plata, cobre o cualquier otro bien y dejara de aceptar cheques como pago por sus bienes, los depósitos bancaros terminarían perdiendo su poder de compra y el crédito bancario creado por el gobierno terminaría sin valor para poder reclamar bienes a cambio. En los estados con políticas sociales, la política financiera requiere que los propietarios de riqueza no tengan forma de protegerla.

Este es el sórdido secreto que ocultan las diatribas contra el oro de los políticos que defienden el estado del bienestar. El oro estorba en este insidioso proceso porque permanece como protector de los derechos de propiedad. Si uno comprende esto, entonces no debería tener ninguna dificultad para entender el antagonismo de los políticos contra el patrón oro.

Enlace al Texto original de Greenspan.