martes, 8 de septiembre de 2009

Alan Greenspan: El oro y la libertad económica. Introducción de Ron Paul

Introducción de Ron paul (22/02/05)
Hace ya más de 40 años, el presidente de la Reserva Federal Alan Greenspan escribió persuasivamete a favor del oro como patrón monetario en un ensayo titulado El oro y la libertad económica. En él resumió con claridad el problema fundamental que existe con las monedas fiduciarias en unas pocas frases:
“El abandono del patrón oro hizo posible que los políticos defensores del estado del bienestar usaran del sistema bancario como un medio para poder expandir el crédito de forma ilimitada… En ausencia del patrón oro no hay forma de proteger los ahorros de la confiscación que supone la iflación. No hay un depósito seguro del valor. El déficit del gasto es simplemente un esquema que permite la confiscación oculta de la riqueza. El oro evita que se desarrolle este malvado proceso porque permanece como un protector de los derechos de propiedad. Si uno se da cuenta de este hecho no tendrá ninguna dificltad en entender el tradicional antagonismo que tienen los políticios contra el patrón oro.”
Hoy en día, no obstante, Alan Greensapan ha pasado a ser uno de los planificadores centrales que él mismo denunció en su artículo, y su punto de vista sobre la moneda fiduciaria ha cambiado en consonancia con el cargo que ostenta. Como último insider, él no puede o no quiere desafiar al status quo, sin importarle cuáles sean las consecuencias para la economía americana. Si ahora mismo renunciara a un sistema de moneda fiduciaria, este hecho sería equivalente a renunciar a la misma Reserva Federal y junto con ello a toda su carrera pública. La única cuestión es si la historia reflejará adecuadamente la naturaleza destructiva del cargo que ocupa el Sr. Greenspan.
Tuve la oportunidad de preguntarle sobre su cambio de corazón cuando aparecio ante el comité de la House Financial Services la semana pasada. El Sr. Greenspan es un maestro de la evasión, pero en esta ocasión quedé sorprendido por la respuesta tan franca a mis preguntas. En pocas palabras, afirmó que en el pasado se había equivocado sobre sus predicciones sobre el desastre que suponía el dólar fiduciario americano, y que la Reserva Federal había hecho un buen trabajo a la hora de imitar el patrón oro, por eso se podía decir que la inflación estaba bajo control. Además hizo la disparatada afirmación de que la Fed no facilitaba la expansión del gasto y el déficit del gobierno. En otras palabras, repudió completamente los argumentos que había hecho 40 años antes. Pero esto hace pertinente la siguiete pregunta: ¿si se había equivocado en el pasado, por qué entonces debíamos escucharle ahora?
En primer lugar, la Reserva Federal no imita el patrón oro bajo ningún concepto. El ejemplo más claro de esto se encuentra en nuestro défcit por cuenta corriente que es estimulado precisamente por nuestro sistema de moneda fiduciaria. Bajo el patrón oro no tendríamos distorsiones entre los tipos de interés del yuan chino y el dólar americano, por ejemplo. La estabilidad monetaria es imposible cuando pueden generarse tantos dólares fiduciarios como se desee para poder pagar a los prestamistas foráneos que financian nuestros déficits.
En segundo lugar, la inflación es un problema mucho mayor de lo que admite el gobierno federal. La salud pública, los inmuebles y la energía son tres sectores donde los costes han subido dramáticamente. El índice de precios de producción está creciendo a la mayor velocidad de los últimos 7 años. Los precios de los bonos están subiendo. En consecuencia, es un absurdo sugerir que una rápida expansión del suministro de dinero y unos tipos de interés mantenidos artificialmente bajos no crean inflación de precios.
En tercer lugar, las políticas de la Fed tienen en efecto adversas ramificaciones políticas. La moneda fiduciaria y un gobierno con gran tamaño son dos cosas que van de la mano. Sin el patrón oro el Congreso tiene libertad absoluta para expandir el gasto sin freno y reincidir una y otra vez en la expansión monetaria para poder pagar las facturas. Políticamente hablando, es más fácil imprimir nuevos dólares que subir los impuestos o pedir prestado en el extranjero. En esencia, la Reserva Federal crea reservas de papel que permiten al Congreso emprender nuevas medidas de gasto que exceden de lejos los ingresos vía impuestos. Los dolorosos efectos de este proceso no son percibidos por los políticos, pues siempre pueden encontrar apoyo popular para acometer nuevos gastos. El americano medio sufre, no obstante, cuando sus dólares quedan “confiscados mediante la inflación”, tal y como Greenspan comenta en su artículo.
No basta con cuestionar la libertad del Sr. Greenspan. Los americanos deben hacerse la pregunta de por qué tenemos un banco central y a qué intereses sirve. Las leyes de la oferta y la demanda funcionan mucho mejor sin un banco central determinando tanto el correcto suministro de dinero en la economía como los tipo de interés que se deberá pagar por el capital disponible. Y esto sin entrar en el favoritismo político y el secretismo que caracterizan a los bancos centrales. Los americanos no deben tolerar la manipulación de nuestra economía y la inflación de nuestra moneda por una institución que nunca se somete a auditorías.
El Dr. Ron Paul es miembro republicano del Congreso por Texas.
Artículo de Alan Greenspan
El antagonismo casi histérico hacia el patrón oro es un asunto que aglutina a estadistas de todo signo político. Parecen intuir (quizá con más claridad y sutileza que muchos de los defensores del laissez-faire) que el oro y la libertad económica son inseparables, que el patrón oro es un instrumento de laissez-faire y que uno implica necesariamente al otro.
Para poder comprender la fuente de este antagonismo es necesario primero entender el papel específico que desempeña el oro en una sociedad libre.
El dinero es el común denominador de todas las transacciones económicas. Es esa materia prima que sirve como medio de intercambio, porque es universalmente aceptable por todos los participantes en la economía como pago de sus bienes y servicios y puede, en consecuencia, ser empleada como un estándard de valor en el mercado y como un depósito de valor para, por ejemplo, emplearlo como medio de ahorro.
La existencia de semejante materia prima es una condición previa para una economía basada en la división del trabajo. Si el hombre no tuviera alguna materia prima de valor objetivo que fuera generalmente aceptable como dinero, entonces debería volver al trueque o vivir de forma autosuficiente en una sociedad agraria y renunciar a los inestimables avances de la especialización. Si el hombre no tuviera medio alguno para almacenar el valor (es decir, ahorrar), entonces no podría planificar a largo plazo y el intercambio no sería posible.
No se determina de forma arbitraria qué medio de intercambio es universalmente aceptado en una economía. En primer lugar, el medio de intercambio debe ser duradero. En una economía primitiva con escasa riqueza, el trigo puede ser sufucientemente duradero para servir como medio de pago, pues todos los intercambios ocurren sólo inmediatemante después de las cosechas, no quedando ningún excedente de valor para almacenar. Pero cuando las consideraciones sobre el almacenamiento del valor son importantes, como suele suceder en las sociedades más civilizadas y con mayor riqueza, el medio de intercambio debe ser una materia prima duradera, normalmente un metal. Los metales son elegidos habitualmente por ser homogeneos y divisibles: todas las unidades son iguales y pueden además ser fundidas en piezas con diferentes formas y volúmenes. Las joyas, por ejemplo, no son homogeneas ni divisibles. Aún más importante, las materias primas elegidas como medio deben ser artículos de lujo. El deseo del hombre por el lujo es ilimitado y por ese motivo los artículos de lujo son siempre demandados y aceptados. El trigo es un artículo de lujo en una sociedad desnutrida, pero no en una sociedad próspera. Los cigarros no se suelen unsar como dinero, pero en la época posterior a la GM-II fueron considerados como bienes de lujo en Europa y en consecuencia como dinero. El término “artículo de lujo” implica escasez y un elevado valor por unidad. Así que con un elevado valor unitario la acumulación de riqueza se hace fácilmente transportable. Por ejemplo, una onza de oro vale lo mismo que media tonelada de hierro.
En los primeros estadios de la economía desarrollada mediante dinero, se usaron muchos medios de intercambio, pues hay una multitud de materias primas que cumplen las condiciones antes mancionadas. No obstante, una de las materias primas irá desplazando al resto, ganando aceptación cada vez por más gente. Las preferencias sobre el modo de atesorar la riqueza hacen que una de ellas destaque sobre el resto, lo que a su vez la hace cada vez más aceptable. Este desplazamiento se realiza de forma progresiva, hasta que finalmente una única materia prima termina apareciendo como único medio de intercambio. Esta simplificación es muy útil por el mismo motivo que una economía monetaria es superior a otra de trueque: hace posible el intercambio en una escala mucho más amplia.
Es algo opcional que el único medio sea el oro, la plata, las conchas marinas, el ganado o el tabaco. Depende en el fondo del contexto social y del desarrollo de cada economía. De hecho, todos ellos han sido desarrollados en diferentes momentos como medio de intercambio. Aún en el presente siglo, las dos principales materias primas (el oro y la plata), han sido empleadas como medio de intercambio, aunque ciertamente el oro ha sido la más predominante. Este metal precioso ha sido desarrollado indistintamente con un uso artístico y con otro monetario. Esto, junto con su escasez relativa, le ha concedido ventajas significativas como medio de intercambio. Desde la GM-I ha sido virtualmente el único estándar internacional de intercambio. No obstante, si todos los bienes y servicios tuvieran que ser pagados en oro, los grandes pagos serían difíciles de ejecutar, algo que iba a limitar la extensión de la división del trabajo y la especialización de la sociedad. De este modo, una prolongación lógica de la creación de un medio de intercambio es el desarrollo del sistema bancario y de los instrumentos de crédito (los apuntes bancarios y los depósitos), que actúan como sustitutos del oro y además son convertibles al metal.
Un sistema bancario libre basado en el oro es capaz de extender el crédito y en consecuencia crear billetes de banco (moneda) y depósitos según los requerimientos productivos de la economía. Los propietarios individuales del oro son inducidos, mediante el pago de intereses, a depositar su oro en un banco (contra el que pueden escribir cheques). Una vez se populariza este sistema, como es raro el caso en el que todos los depositantes quieren retirar su oro al mismo tiempo, el banquero pasa a necesitar sólo una fracción de la cantidad de oro que le confían. Esto permite que el banquero pueda prestar más oro del que tiene en sus depósitos (lo que significa que sólo va a mantener como garantía de sus depósitos las posibles demandas vez de su totalidad). Pero la cantidad de préstamos que puede facilitar no es arbitraria: debe medirlos en relación con sus reservas y el estado de sus inversiones.
Cuando los bancos prestan dinero para financiar esfuerzos productivos y provechosos, el préstamo es rápidamente devuelto y el crédito bancario continúa estando generalmente disponible. Pero cuando los proyectos empresariales financiados son menos provechosos y devueltos más lentamente, los banqueros se encuentran pronto con que los préstamos pendientes son excesivos con respecto a sus reservas de oro, de forma que comienzan a recortar los nuevos préstamos, normalmente cobreando más altos tipos de interés. Esto restringe la financiación de nuevos proyectos empresariales y requiere que los que ya han pedido sus préstamos mejoren su rentabilidad antes de que puedan obtener nuevos créditos para mayores expansiones. De esta forma, bajo el patrón oro, un sistema bancario libre permanece como el protector de la estabilidad económica y del crecimiento equilibrado.
Cuando es aceptado el oro como medio de intercambio por la mayoría de las naciones, un patrón oro internacional sin restricciones sirve para fomentar una división internacional del trabajo y un comercio mundial más amplio. Aunque las unidades de intercambio (el dólar, la libra, el franco, etc.) difieren de un país a otro, cuando todas son definidas en términos de oro, todas las diferentes economías nacionales actuan como una sola, mientras no aparezcan restricciones sobre el comercio o sobre los movimientos de capital. El crédito, los tipos de interés y los precios tienden a seguir patrones semejantes en todos los países. Por ejemplo, si los bancos de un país extienden el crédito de una manera demasiado liberal, entonces los tipos de interés tienden a bajar y los depositantes se ven obligados a mover su oro hacia los países en que los bancos paguan tipos de interés más altos. Esto provoca inmediatamete una reducción paulatina de las reservas de los bancos en el país con “crédito fácil”, induciendo a largo plazo estándares de crédito más duros y el retorno a unos tipos de interés competitivamente más altos.
Todavía no se ha conseguido un sistema bancario libre totalmente coherente con un patrón oro, pero antes de la GM-I el sistema bancario en los EEUU (y prácticamente en todo el mundo) estaba basado en el oro. Y aunque los gobiernos intervenían ocasionalmente, el sistema bancario era más bien libre que controlado. Periódicamente, como resultado de una demasiado rápida expansión del crédito, los bancos prestaban por encima de sus reservas de oro, los tipos de interés subían bruscamente, se recortaba el nuevo crédito y entonces la economía se precipitaba en una profunda pero corta recesión. Aunque comparados con las depresiones de 1920 y 1932, los ciclos de recesión económica bajo el patrón oro fueron en efecto mucho más benignos. Era la limitación en las reservas de oro lo que detenía la desequilibrada expansión de la actividad económica, antes de que pudieran desarrollarse hasta alcanzar el tipo de desastre acontecido después dela GM-I. Los periodos de reajuste eran breves y las economías restablecían rápidamente una base sana para cotinuar con la expansión.
Pero fue mal diagnosticado tanto el proceso para encontrar el remedio como la cura: si la escasez de reservas bancarias estaba causando el declive del ciclo económico (argumentaban los economistas intervencionistas), ¡por qué no encontrar un modo de suministrar cada vez más reservas a los bancos de forma que nunca se quedaran cortos! Se alegaba que si los bancos podían prestar dinero indefinidamente entonces nunca se terminarían dando las bruscas caídas en los negocios. Pensando esto se organizó el Sistema de la Reserva Federal en 1913. Consistía en 12 bancos regionales de la Reserva Federal que eran nominalmente posesión de banqueron privados, pero patrocinados, controlados y sostenidos por el gobierno. La ampliación del crédito por estos bancos se encuentra en la práctica (aunque no legalmente) soportada por el poder del gobierno federal de gravar impuestos. Técnicamente, permanecemos bajo el patrón oro. Los individuos todavía tienen libertad para poseer oro y el oro todavía continúa siendo empleado como reserva bancaria. Pero ahora, además del oro, el crédito ampliado por los bancos de la Reserva Federal (”reservas de papel”) puede servir como moneda de curso legal para pagar depósitos.
Cuando las empresas americanas padecieron una suave contracción en 1927, la Reserva Fedral creó más reservas de papel con la esperanza de anticipar calquier escasez en las reservas de los bancos. Pero todavía más desastroso fue el intento de la Reserva Federal de asistir a Gran Bretaña cuando estaba perdiendo su oro en favor de EEUU, porque el Banco de Inglaterra no quería permitir que se incrementaran los tipos de interés cuando las fuerzas del mercado así lo estaban indicando (pues era políticamente desagradable). Los razonamientos de las autoridades involucradas fue el siguiente: si la Reserva Federal bombea suficientes reservas en exceso de papel a los bancos americanos, entonces el tipo de interés en EEUU caerá a los niveles del Reino Unido, deteniendo en consecuencia la huída del oro inglés y evitando a continuación el embarazo político de tener que subir los tipos de interés.
La Fed tuvo éxito y consiguió evitar la pérdida de oro británico, pero casí destruyó en el proceso al resto de las economías mundiales. El exceso de crédito que la Fed inyectó en la economía se desbordó hacia la bolsa (disparando una fantástica explosión especulativa). Con retraso, los directivos de la Reserva Federal intentaron parar el exceso de reservas y finalmente consiguieron detener el boom. Pero ya era muy tarde: en 1929 los desequilibrios especulativos se habían vuelto tan abrumadores que el intento precipitó una brusca contracción y la consiguiente desmoralización de la confianza empresarial. Como resultado, la economía americana colapso. Al Reino Unido todavía le fue peor, pues en vez de absorber todas las consecuencias de su locura anterior, se vio obligado a abandonar el patrón oro completamente en 1931, destrozando en pedazos lo que hastaese momento era la fábrica internacional de la confianza. A continuación este hecho motivó toda una serie de quiebras bancarias, hasta que finalmente las economías mundiales se hundieron en la Gran Depresión de los años 30.
Con una lógica reminiscencia de la generación anterior, los estadistas argumentaron que el patrón oro fue el principal culpable de la debacle del crédito que siguió a la Gran Depresión. Argumentaban que si el patrón oro no hubiera existido, el abandono por parte del Reino Unido de los pagos en oro de 1931 nunca habría provocado la quiebra bancaria generalizada a nivel mundial. La ironía era que desde 1913 estábamos inmersos no en un patrón oro, sino en lo que debería ser denominado como una especie de “patrón oro híbrido”, aunque fue el oro el que se llevó la culpa. Pero la oposición al patrón oro bajo cualquier forma (con un creciente número de defensores del estado del bienestar), fue impulsada por un discernimiento mucho más sutil: el entendimiento de que el oro era incompatible con un déficit crónico de gasto (el sello distintivo de los estados que defienden la asistencia social). Desnudado de su jerga acedémica, el estado del bienestar no es otra cosa mas que un mecanismo mediante el cual los gobiernos confiscan la riqueza de los miembros productivos de la sociedad para apoyar una gran variedad de esquemas asistenciales. Una parte sustancial de esta confiscación es efectuada mediante los impuestos. Pero los políticos defensores del estado del bienestar se dieron cuenta rápidamente de que si querían mantener su poder político, debía limitarse necesariamente la carga impositiva, recurriendo finalmente a los programas de masivo gasto deficitario. Es decir, se debía pedir prestado dinero mediante emisiones de deuda pública para poder financiar los gastos sociales a gran escala.
Bajo un patrón oro, la cantidad de crédito que una economía puede soportar está determinado por los activos tangibles de esa economía, pues todo instrumento de crédito es en última instancia una demanda sobre algún bien tangible. Pero los bonos no están respaldados por ninguna riqueza tangible, sino por la promesa del gobierno para desembolsar los futuros ingresos vía impuestos. Pero esto no es fácilmente asumible por los mercados. Un gran volumen de nuevos bonos del gobierno sólo puede ser vendido al público con unos intereses cada vez más elevados. Así que el patrón oro limita severamente el déficit del gasto del gobierno. El abandono del patrón oro es lo que posibilitó a los políticos del estado del bienestar usar el sistema bancario como medio para la ilimitada expansión del crédito. Crearon reservas de papel en la forma de bonos del gobierno que, mediante una serie de complicados pasos, los bancos terminaban aceptando en lugar de los activos tangibles. Estos bonos fueron tratados como si fueran un depósito. Es decir, el equivalente de lo que antes era un depósito de oro. El propietario de un bono del gobierno o de un depósito bancario creado por reservas de papel cree que tiene un reclamo válido sobre un activo real. Pero el hecho es que hay ahora más demandas que activos reales. La ley de la oferta y la demanda no está conectada. Según el suministro de dinero (de demandas) se va incrementando sobre el suministro de activos tangibles en la economía, los precios de estos activos deben subir en paralelo. De esta forma, las ganancias ahorradas por los miembros más productivos de la sociedad van perdiendo progresivamente su valor con respecto al resto de bienes. Cuando todos los libros contables son finalmente equlibrados en la sociedad, uno se termina encontrando con que esta pérdida en el valor representa justo a aquéllos bienes comprados por el gobierno para la asistencia social u otros propósitos, precisamente con el dinero que proviene de los bonos financiados por la expansión del crédito bancario.
En ausencia de un patrón oro, no hay forma de proteger los ahorros de la confiscación que proviene de la inflación. No hay un refugio seguro para el valor. Si lo hubiera, el gobierno podría hacer que fuera ilegal tenerlo, como ya lo hizo en el caso del oro. Si todo el mundo decidiera finalmente, por ejemplo, convertir todos sus depósitos bancarios en plata, cobre o cualquier otro bien y dejara de aceptar cheques como pago por sus bienes, los depósitos bancaros terminarían perdiendo su poder de compra y el crédito bancario creado por el gobierno terminaría sin valor para poder reclamar bienes a cambio. En los estados con políticas sociales, la política financiera requiere que los propietarios de riqueza no tengan forma de protegerla.
Este es el sórdido secreto que oculta las diatribas contra el oro de los políticos que defienden el estado del bienestar. El oro estorba en este insidioso proceso porque permanece como protector de los derechos de propiedad. Si uno comprende esto, entonces no debería tener ninguna dificultad para entender el antagonismo de los políticos contra el patrón oro

Extraído de: http://rssnews.wordpress.com/


Introducción de Ron Paul (22/02/05)

Hace ya más de 40 años, el presidente de la Reserva Federal Alan Greenspan escribió persuasivamete a favor del oro como patrón monetario en un ensayo titulado El oro y la libertad económica. En él resumió con claridad el problema fundamental que existe con las monedas fiduciarias en unas pocas frases:

“El abandono del patrón oro hizo posible que los políticos defensores del estado del bienestar usaran del sistema bancario como un medio para poder expandir el crédito de forma ilimitada… En ausencia del patrón oro no hay forma de proteger los ahorros de la confiscación que supone la inflación. No hay un depósito seguro del valor. El déficit del gasto es simplemente un esquema que permite la confiscación oculta de la riqueza. El oro evita que se desarrolle este malvado proceso porque permanece como un protector de los derechos de propiedad. Si uno se da cuenta de este hecho no tendrá ninguna dificultad en entender el tradicional antagonismo que tienen los políticios contra el patrón oro”.

Hoy en día, no obstante, Alan Greenspan ha pasado a ser uno de los planificadores centrales que él mismo denunció en su artículo, y su punto de vista sobre la moneda fiduciaria ha cambiado en consonancia con el cargo que ostenta. Como último insider, no puede o no quiere desafiar al status quo, sin importarle cuáles sean las consecuencias para la economía americana. Si ahora mismo renunciara a un sistema de moneda fiduciaria, este hecho sería equivalente a renunciar a la misma Reserva Federal y junto con ello a toda su carrera pública. La única cuestión es si la historia reflejará adecuadamente la naturaleza destructiva del cargo que ocupa el Sr. Greenspan.

Tuve la oportunidad de preguntarle sobre su cambio de corazón cuando aparecio ante el comité de la House Financial Services la semana pasada. El Sr. Greenspan es un maestro de la evasión, pero en esta ocasión quedé sorprendido por la respuesta tan franca a mis preguntas. En pocas palabras, afirmó que en el pasado se había equivocado sobre sus predicciones sobre el desastre que suponía el dólar fiduciario americano, y que la Reserva Federal había hecho un buen trabajo a la hora de imitar el patrón oro, por eso se podía decir que la inflación estaba bajo control. Además hizo la disparatada afirmación de que la Fed no facilitaba la expansión del gasto y el déficit del gobierno. En otras palabras, repudió completamente los argumentos que había hecho 40 años antes. Pero esto hace pertinente la siguiente pregunta: ¿si se había equivocado en el pasado, por qué entonces debíamos escucharle ahora?

En primer lugar, la Reserva Federal no imita el patrón oro bajo ningún concepto. El ejemplo más claro de esto se encuentra en nuestro défcit por cuenta corriente, que es estimulado precisamente por nuestro sistema de moneda fiduciaria. Bajo el patrón oro no tendríamos distorsiones entre los tipos de interés del yuan chino y el dólar americano, por ejemplo. La estabilidad monetaria es imposible cuando pueden generarse tantos dólares fiduciarios como se desee para poder pagar a los prestamistas foráneos que financian nuestros déficits.

En segundo lugar, la inflación es un problema mucho mayor de lo que admite el gobierno federal. La salud pública, los inmuebles y la energía son tres sectores donde los costes han subido dramáticamente. El índice de precios de producción está creciendo a la mayor velocidad de los últimos 7 años. Los precios de los bonos están subiendo. En consecuencia, es un absurdo sugerir que una rápida expansión del suministro de dinero y unos tipos de interés mantenidos artificialmente bajos no crean inflación de precios.

En tercer lugar, las políticas de la Fed tienen en efecto adversas ramificaciones políticas. La moneda fiduciaria y un gobierno con gran tamaño son dos cosas que van de la mano. Sin el patrón oro el Congreso tiene libertad absoluta para expandir el gasto sin freno y reincidir una y otra vez en la expansión monetaria para poder pagar las facturas. Políticamente hablando, es más fácil imprimir nuevos dólares que subir los impuestos o pedir prestado en el extranjero. En esencia, la Reserva Federal crea reservas de papel que permiten al Congreso emprender nuevas medidas de gasto que exceden de lejos los ingresos vía impuestos. Los dolorosos efectos de este proceso no son percibidos por los políticos, pues siempre pueden encontrar apoyo popular para acometer nuevos gastos. El americano medio sufre, no obstante, cuando sus dólares quedan “confiscados mediante la inflación”, tal y como Greenspan comenta en su artículo.

No basta con cuestionar la libertad del Sr. Greenspan. Los americanos deben hacerse la pregunta de por qué tenemos un banco central y a qué intereses sirve. Las leyes de la oferta y la demanda funcionan mucho mejor sin un banco central determinando tanto el correcto suministro de dinero en la economía como los tipo de interés que se deberá pagar por el capital disponible. Y esto sin entrar en el favoritismo político y el secretismo que caracterizan a los bancos centrales. Los americanos no deben tolerar la manipulación de nuestra economía y la inflación de nuestra moneda por una institución que nunca se somete a auditorías.

El Dr. Ron Paul es miembro republicano del Congreso por Texas.

The Greenspan-Paul Congressional Exchanges (1997-2005)

Artículo de Alan Greenspan

El antagonismo casi histérico hacia el patrón oro es un asunto que aglutina a estadistas de todo signo político. Parecen intuir (quizá con más claridad y sutileza que muchos de los defensores del laissez-faire) que el oro y la libertad económica son inseparables, que el patrón oro es un instrumento de laissez-faire y que uno implica necesariamente al otro.

Para poder comprender la fuente de este antagonismo es necesario primero entender el papel específico que desempeña el oro en una sociedad libre.

El dinero es el común denominador de todas las transacciones económicas. Es esa materia prima que sirve como medio de intercambio, porque es universalmente aceptable por todos los participantes en la economía como pago de sus bienes y servicios y puede, en consecuencia, ser empleada como un estándard de valor en el mercado y como un depósito de valor para, por ejemplo, emplearlo como medio de ahorro.

La existencia de semejante materia prima es una condición previa para una economía basada en la división del trabajo. Si el hombre no tuviera alguna materia prima de valor objetivo que fuera generalmente aceptable como dinero, entonces debería volver al trueque o vivir de forma autosuficiente en una sociedad agraria y renunciar a los inestimables avances de la especialización. Si el hombre no tuviera medio alguno para almacenar el valor (es decir, ahorrar), entonces no podría planificar a largo plazo y el intercambio no sería posible.

No se determina de forma arbitraria qué medio de intercambio es universalmente aceptado en una economía. En primer lugar, el medio de intercambio debe ser duradero. En una economía primitiva con escasa riqueza, el trigo puede ser sufucientemente duradero para servir como medio de pago, pues todos los intercambios ocurren sólo inmediatemante después de las cosechas, no quedando ningún excedente de valor para almacenar. Pero cuando las consideraciones sobre el almacenamiento del valor son importantes, como suele suceder en las sociedades más civilizadas y con mayor riqueza, el medio de intercambio debe ser una materia prima duradera, normalmente un metal. Los metales son elegidos habitualmente por ser homogeneos y divisibles: todas las unidades son iguales y pueden además ser fundidas en piezas con diferentes formas y volúmenes. Las joyas, por ejemplo, no son homogeneas ni divisibles. Aún más importante, las materias primas elegidas como medio deben ser artículos de lujo. El deseo del hombre por el lujo es ilimitado y por ese motivo los artículos de lujo son siempre demandados y aceptados. El trigo es un artículo de lujo en una sociedad desnutrida, pero no en una sociedad próspera. Los cigarros no se suelen usar como dinero, pero en la época posterior a la GM-II fueron considerados como bienes de lujo en Europa y en consecuencia como dinero. El término “artículo de lujo” implica escasez y un elevado valor por unidad. Así que con un elevado valor unitario la acumulación de riqueza se hace fácilmente transportable. Por ejemplo, una onza de oro vale lo mismo que media tonelada de hierro.

En los primeros estadios de la economía desarrollada mediante dinero, se usaron muchos medios de intercambio, pues hay una multitud de materias primas que cumplen las condiciones antes mencionadas. No obstante, una de las materias primas irá desplazando al resto, ganando aceptación cada vez por más gente. Las preferencias sobre el modo de atesorar la riqueza hacen que una de ellas destaque sobre el resto, lo que a su vez la hace cada vez más aceptable. Este desplazamiento se realiza de forma progresiva, hasta que finalmente una única materia prima termina apareciendo como único medio de intercambio. Esta simplificación es muy útil por el mismo motivo que una economía monetaria es superior a otra de trueque: hace posible el intercambio en una escala mucho más amplia.

Es algo opcional que el único medio sea el oro, la plata, las conchas marinas, el ganado o el tabaco. Depende en el fondo del contexto social y del desarrollo de cada economía. De hecho, todos ellos han sido desarrollados en diferentes momentos como medio de intercambio. Aún en el presente siglo, las dos principales materias primas (el oro y la plata) han sido empleadas como medio de intercambio, aunque ciertamente el oro ha sido la más predominante. Este metal precioso ha sido desarrollado indistintamente con un uso artístico y con otro monetario. Esto, junto con su escasez relativa, le ha concedido ventajas significativas como medio de intercambio. Desde la GM-I ha sido virtualmente el único estándar internacional de intercambio. No obstante, si todos los bienes y servicios tuvieran que ser pagados en oro, los grandes pagos serían difíciles de ejecutar, algo que iba a limitar la extensión de la división del trabajo y la especialización de la sociedad. De este modo, una prolongación lógica de la creación de un medio de intercambio es el desarrollo del sistema bancario y de los instrumentos de crédito (los apuntes bancarios y los depósitos), que actúan como sustitutos del oro y además son convertibles al metal.

Un sistema bancario libre basado en el oro es capaz de extender el crédito y en consecuencia crear billetes de banco (moneda) y depósitos según los requerimientos productivos de la economía. Los propietarios individuales del oro son inducidos, mediante el pago de intereses, a depositar su oro en un banco (contra el que pueden escribir cheques). Una vez se populariza este sistema, como es raro el caso en el que todos los depositantes quieren retirar su oro al mismo tiempo, el banquero pasa a necesitar sólo una fracción de la cantidad de oro que le confían. Esto permite que el banquero pueda prestar más oro del que tiene en sus depósitos (lo que significa que sólo va a mantener como garantía de sus depósitos las posibles demandas en vez de su totalidad). Pero la cantidad de préstamos que puede facilitar no es arbitraria: debe medirlos en relación con sus reservas y el estado de sus inversiones.

Cuando los bancos prestan dinero para financiar esfuerzos productivos y provechosos, el préstamo es rápidamente devuelto y el crédito bancario continúa estando generalmente disponible. Pero cuando los proyectos empresariales financiados son menos provechosos y devueltos más lentamente, los banqueros se encuentran pronto con que los préstamos pendientes son excesivos con respecto a sus reservas de oro, de forma que comienzan a recortar los nuevos préstamos, normalmente cobrando tipos de interés más altos. Esto restringe la financiación de nuevos proyectos empresariales y requiere que los que ya han pedido sus préstamos mejoren su rentabilidad antes de que puedan obtener nuevos créditos para mayores expansiones. De esta forma, bajo el patrón oro, un sistema bancario libre permanece como el protector de la estabilidad económica y del crecimiento equilibrado.

Cuando es aceptado el oro como medio de intercambio por la mayoría de las naciones, un patrón oro internacional sin restricciones sirve para fomentar una división internacional del trabajo y un comercio mundial más amplio. Aunque las unidades de intercambio (el dólar, la libra, el franco, etc.) difieren de un país a otro, cuando todas son definidas en términos de oro, todas las diferentes economías nacionales actuan como una sola, mientras no aparezcan restricciones sobre el comercio o sobre los movimientos de capital. El crédito, los tipos de interés y los precios tienden a seguir patrones semejantes en todos los países. Por ejemplo, si los bancos de un país extienden el crédito de una manera demasiado liberal, entonces los tipos de interés tienden a bajar y los depositantes se ven obligados a mover su oro hacia los países en que los bancos pagan tipos de interés más altos. Esto provoca inmediatamete una reducción paulatina de las reservas de los bancos en el país con “crédito fácil”, induciendo a largo plazo estándares de crédito más duros y el retorno a unos tipos de interés competitivamente más altos.

Todavía no se ha conseguido un sistema bancario libre totalmente coherente con un patrón oro, pero antes de la GM-I el sistema bancario en los EEUU (y prácticamente en todo el mundo) estaba basado en el oro. Y aunque los gobiernos intervenían ocasionalmente, el sistema bancario era más bien libre que controlado. Periódicamente, como resultado de una demasiado rápida expansión del crédito, los bancos prestaban por encima de sus reservas de oro, los tipos de interés subían bruscamente, se recortaba el nuevo crédito y entonces la economía se precipitaba en una profunda pero corta recesión. Aunque comparados con las depresiones de 1920 y 1932, los ciclos de recesión económica bajo el patrón oro fueron en efecto mucho más benignos. Era la limitación en las reservas de oro lo que detenía la desequilibrada expansión de la actividad económica, antes de que pudieran desarrollarse hasta alcanzar el tipo de desastre acontecido después dela GM-I. Los periodos de reajuste eran breves y las economías restablecían rápidamente una base sana para cotinuar con la expansión.

Pero fue mal diagnosticado tanto el proceso para encontrar el remedio como la cura: si la escasez de reservas bancarias estaba causando el declive del ciclo económico (argumentaban los economistas intervencionistas), ¡por qué no encontrar un modo de suministrar cada vez más reservas a los bancos de forma que nunca se quedaran cortos! Se alegaba que si los bancos podían prestar dinero indefinidamente entonces nunca se terminarían dando las bruscas caídas en los negocios. Pensando esto se organizó el Sistema de la Reserva Federal en 1913. Consistía en 12 bancos regionales de la Reserva Federal que eran nominalmente posesión de banqueron privados, pero patrocinados, controlados y sostenidos por el gobierno. La ampliación del crédito por estos bancos se encuentra en la práctica (aunque no legalmente) soportada por el poder del gobierno federal de gravar impuestos. Técnicamente, permanecemos bajo el patrón oro. Los individuos todavía tienen libertad para poseer oro y el oro todavía continúa siendo empleado como reserva bancaria. Pero ahora, además del oro, el crédito ampliado por los bancos de la Reserva Federal (”reservas de papel”) puede servir como moneda de curso legal para pagar depósitos.

Cuando las empresas americanas padecieron una suave contracción en 1927, la Reserva Fedral creó más reservas de papel con la esperanza de anticipar calquier escasez en las reservas de los bancos. Pero todavía más desastroso fue el intento de la Reserva Federal de asistir a Gran Bretaña cuando estaba perdiendo su oro en favor de EEUU, porque el Banco de Inglaterra no quería permitir que se incrementaran los tipos de interés cuando las fuerzas del mercado así lo estaban indicando (pues era políticamente desagradable). Los razonamientos de las autoridades involucradas fue el siguiente: si la Reserva Federal bombea suficientes reservas en exceso de papel a los bancos americanos, entonces el tipo de interés en EEUU caerá a los niveles del Reino Unido, deteniendo en consecuencia la huída del oro inglés y evitando a continuación el embarazo político de tener que subir los tipos de interés en el Reino Unido.

La Fed tuvo éxito y consiguió evitar la pérdida de oro por parte de los británicos, pero casí destruyó en el proceso al resto de las economías mundiales. El exceso de crédito que la Fed inyectó en la economía se desbordó hacia la bolsa (disparando una fantástica explosión especulativa). Con retraso, los directivos de la Reserva Federal intentaron parar el exceso de reservas y finalmente consiguieron detener el boom. Pero ya era muy tarde: en 1929 los desequilibrios especulativos se habían vuelto tan abrumadores que el intento precipitó una brusca contracción y la consiguiente desmoralización de la confianza empresarial. Como resultado, la economía americana colapso. Al Reino Unido todavía le fue peor, pues en vez de absorber todas las consecuencias de su locura anterior, se vio obligado a abandonar el patrón oro completamente en 1931, destrozando en pedazos lo que hasta ese momento era la fábrica internacional de la confianza. A continuación este hecho motivó toda una serie de quiebras bancarias, hasta que finalmente las economías mundiales se hundieron en la Gran Depresión de los años 30.

Con una lógica reminiscencia de la generación anterior, los estadistas argumentaron que el patrón oro fue el principal culpable de la debacle del crédito que siguió a la Gran Depresión. Argumentaban que si el patrón oro no hubiera existido, el abandono por parte del Reino Unido de los pagos en oro de 1931 nunca habría provocado la quiebra bancaria generalizada a nivel mundial. La ironía era que desde 1913 estábamos inmersos no en un patrón oro, sino en lo que debería ser denominado como una especie de “patrón oro híbrido”, aunque fue el oro el que se llevó la culpa. Pero la oposición al patrón oro bajo cualquier forma (con un creciente número de defensores del estado del bienestar), fue impulsada por un discernimiento mucho más sutil: el entendimiento de que el oro era incompatible con un déficit crónico de gasto (el sello distintivo de los estados que defienden la asistencia social). Desnudado de su jerga acedémica, el estado de bienestar no es mas que un mecanismo mediante el cual los gobiernos confiscan la riqueza de los miembros productivos de la sociedad para apoyar una gran variedad de esquemas asistenciales. Una parte sustancial de esta confiscación es efectuada mediante los impuestos. Pero los políticos defensores del estado del bienestar se dieron cuenta rápidamente de que si querían mantener su poder político, debía limitarse necesariamente la carga impositiva, recurriendo finalmente a los programas de masivo gasto deficitario. Es decir, se debía pedir prestado dinero mediante emisiones de deuda pública para poder financiar los gastos sociales a gran escala.

Bajo un patrón oro, la cantidad de crédito que una economía puede soportar está determinado por los activos tangibles de esa economía, pues todo instrumento de crédito es en última instancia una demanda sobre algún bien tangible. Pero los bonos no están respaldados por ninguna riqueza tangible, sino por la promesa del gobierno para desembolsar los futuros ingresos vía impuestos. Pero esto no es fácilmente asumible por los mercados. Un gran volumen de nuevos bonos del gobierno sólo puede ser vendido al público con unos intereses cada vez más elevados. Así que el patrón oro limita severamente el déficit del gasto del gobierno. El abandono del patrón oro es lo que posibilitó a los políticos del estado del bienestar usar el sistema bancario como medio para la ilimitada expansión del crédito. Crearon reservas de papel en la forma de bonos del gobierno que, mediante una serie de complicados pasos, los bancos terminaban aceptando en lugar de los activos tangibles. Estos bonos fueron tratados como si fueran un depósito. Es decir, el equivalente de lo que antes era un depósito de oro. El propietario de un bono del gobierno o de un depósito bancario creado por reservas de papel cree que tiene un reclamo válido sobre un activo real. Pero el hecho es que hay ahora más demandas que activos reales. La ley de la oferta y la demanda no está conectada. Según el suministro de dinero (de demandas) se va incrementando sobre el suministro de activos tangibles en la economía, los precios de estos activos deben subir en paralelo. De esta forma, las ganancias ahorradas por los miembros más productivos de la sociedad van perdiendo progresivamente su valor con respecto al resto de bienes. Cuando todos los libros contables son finalmente cuadrados en la sociedad, uno se termina encontrando con que esta pérdida en el valor representa justo a aquéllos bienes comprados por el gobierno para la asistencia social u otros propósitos, precisamente con el dinero que proviene de los bonos financiados por la expansión del crédito bancario.

En ausencia de un patrón oro, no hay forma de proteger los ahorros de la confiscación que proviene de la inflación. No hay un refugio seguro para el valor. Si lo hubiera, el gobierno podría hacer que fuera ilegal tenerlo, como ya lo hizo en el caso del oro. Si todo el mundo decidiera finalmente, por ejemplo, convertir todos sus depósitos bancarios en plata, cobre o cualquier otro bien y dejara de aceptar cheques como pago por sus bienes, los depósitos bancaros terminarían perdiendo su poder de compra y el crédito bancario creado por el gobierno terminaría sin valor para poder reclamar bienes a cambio. En los estados con políticas sociales, la política financiera requiere que los propietarios de riqueza no tengan forma de protegerla.

Este es el sórdido secreto que ocultan las diatribas contra el oro de los políticos que defienden el estado del bienestar. El oro estorba en este insidioso proceso porque permanece como protector de los derechos de propiedad. Si uno comprende esto, entonces no debería tener ninguna dificultad para entender el antagonismo de los políticos contra el patrón oro.

Enlace al Texto original de Greenspan.

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