lunes, 25 de mayo de 2009

El proceso de creación y transmisión de información

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Fig. 1

Tómese el caso de dos personas, “A” y “B”. Cada una de ellas posee un conocimiento propio o privativo, es decir, que no tiene la otra; “existe” un conocimiento, que se encuentra disperso entre “A” y “B”, en el sentido de que “A” tiene una parte de él, y “B” otra parte. Supongamos que la información que tiene “A” es que quiere alcanzar un fin “X” (representado por un globo que tiene en su cabeza y que contiene “X”). El caso de “B” es similar, sólo que el fin que persigue es otro distinto, en este caso “Y” (representado por un globo que tiene en su cabeza y que contiene “Y”).

Para alcanzar su fin, “A” requiere de un medio “R” que no tiene a su disposición y que no sabe dónde ni cómo se puede conseguir. Al mismo tiempo, “B”, que se encuentra en otro lugar, pretende conseguir un fin muy distinto (el fin “Y”) al que dedica todo su esfuerzo, y que conoce o “sabe de” o tiene a su disposición una gran cantidad de un recurso “R” que él no considera útil o idóneo para alcanzar su fin.

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Fig. 2

Una tercera persona, “C”, descubre la descoordinación entre “A” y “B” y percibe una oportunidad de ganancia (representada por la bombilla que se enciende sobre su cabeza).[3] Esta persona “C” se pone en contacto con “B” y le ofrece comprarle ese recurso “R” que no utiliza por 2 unidades monetarias. Una vez realizado el trato, “C” se pone en contacto con “A” y le ofrece venderle el recurso que necesita para alcanzar su fin “X” por 3 unidades monetarias.

Como consecuencia de la actuación de “C”, es decir, de la función empresarial, se producen tres efectos trascendentales: primero, se ha creado nueva información que antes no existía; segundo, esta información ha sido transmitida a lo largo del mercado; y tercero, los agentes económicos implicados han aprendido a actuar uno en función del otro.

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